Pobre Amor.

Una cree que tiene un par de certezas sobre las que erigirse. Bien, viene preparada, ya sabe dónde pisar firme, sabe dónde poner el escudo.
Camina con decisión porque nada va a tomarla por sorpresa esta vez, aprendió con tantas derrotas. ¿O no?
Se encuentra a un enemigo débil, con cara de conejo blanco, que la espera sonriente. No entiende muy bien. Quizá estaba confundida. Es literalmente adorable, no entiende cómo intentó cuidarse de un pobre ser pequeño, amable, risueño, un poco raro. No, cayó en un simplismo: extravagante hasta el extremo.
Entonces se acurruca bajo el ala protectora de lo que otrora representara al Némesis más temible y él la abraza y le susurra al oído que la quiere. "Mentiroso", piensa ella, "es más que cariño". Pero no dice nada.

Se duerme. Se despierta.
Oscuro, oscuro. Él no está y ella no debería haber dejado la coraza.
No aprende más.

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