Si yo cuento una historia, ¿Van a escucharla? Considérenla un cuento para antes de dormir, un cuento de cama.
Es de esos amores que uno no espera, no conoce, es de esos amores que no son tan buenos como el otro dice que son.
Y así pasó, un día, que yo venía en mi vida aprendiendo a estar sola porque no solían quererme, y con razón.
Petisa, fea, desarreglada, en mi mundo, con el pelo por la cintura. Un poco anarquista, un poco enamorada de todos pero no tanto de la vida. Recuerdo las noches en que no soñaba, imaginaba a mi medida un mundo más lindo que ese de mi sola.
De pronto, el milagro. Una persona; el innombrable, digámosle; me conoció. Supongo que ya conté eso, y si no lo hice, no importa tanto.
Nunca salimos, en realidad, no fue mi novio, fue un asqueroso compañero. Y si me pusiera a contar de a uno los accidentes que tuvimos que soportar, más de uno se suicida.
Es momento de desahogar esto que me pasa, porque hay secretos que, pasado un tiempo, ni valen la pena.
Me enamoré, mientras tanto. Ni siquiera recuerdo el orden exacto. Sé que no había pasado más de un mes de eso y ya estaba enamorada de otro. Otros, sí.
Tampoco fue feliz, porque no había aprendido que no sé amar.
Y de tanto en tanto, el innombrable volvía a herirme. No entendía como algo tan lindo al principio podía haber transmutado en esa pesadilla.
No importa el medio, por lo menos ahora. Pero la violencia tiñó dos asquerosos años de mi vida. No me arrepiento de ninguna decisión.
Después, o entre medio, quién sabe, apareció alguien más. Estúpida de mi, el lobo disfrazado de cordero. Todavía caigo en sus brazos de vez en cuando.
No soy la única que sufre por amor, ¡Pero es que vivimos tan separados!