¿Dónde está esa habilidad que yo tengo para hacerle mal a la gente? Porque hoy me siento una justiciera.
A veces las personas no hace las cosas bien, a veces yo no hago las cosas bien. Pero así es la vida y todos tenemos nuestras consecuencias. Pero no puedo encontrar mi puta habilidad para escabullirme del tema principal, del tema que genera el problemita, para patear en los órganos de más al fondo, esos que no tienen nada que ver pero puede que estén adoloridos.
Lo que pasa es que, al herir al otro, me lo encuentro arrodillado, llorando y pidiendo -rogando- perdón. Entonces yo me siento tan, pero tan superior... es difícil no aprovecharse. Últimamente estoy aprendiendo a ponerme un freno en el punto justo. Pero hoy no encuentro mi arte entonces estoy haciendo las cosas mal, sacando de la galera a varios conejos rabiosos pero sin una trama coherente. Por Dios... ¡No la encuentro!

Ah. Por fin. Acá está.

Sal y aceite.

Voy a agarrar a mi ratón y sus juegos. Voy a llenar mi mochila de libros y música, a tomar varias fotos, un poco de subsistencia, algo de respeto o dignidad (tendría que elegir) zapatillas de lona, un jean y una remera negra para salir a andar con eso. A donde me sangren los pies me voy a quedar. Rumbeando para el norte, al calor de Buenos Aires o Córdoba. Si llego, a Uruguay. El celular no me lo voy a olvidar, lo voy a dejar a propósito. Total, la gente que me quiere sabe a donde voy a parar. Pateando por la ruta, ni en moto, ni a dedo, ni a caballito. Yo sola, como siempre, eso me gusta.

Ayer, al amanecer, noté que estaba sola en esa cama y sola en esa habitación fría. Necesito dormir con alguien. Noté también que aclaraba afuera y en general a esas horas la noche sigue comiéndose a las luces. Y por consiguiente noté, además de que era sumamente extraño, que el invierno se acercaba, el clima iba a ser todavía más inclemente con mi cuerpecito. Y te necesité.

Dios no me existe. El karma, el destino ya escrito, no me existen. Pero que ésto sea coincidencia es demasiado.

Si yo no hubiera insistido para viajar en el auto de mi amor de verano, si yo hubiera insistido lo suficiente como para lograr que me siguieran, si él no hubiera tenido que asesinar las desdichas, si él no me hubiera visto. Si él me recordara.

¿Acaso fue la suerte la que me llevó ese día a verlo, fumando apacible a un costado de las vías del tren? Lo dudo, y sin embargo no tengo ninguna explicación mejor.

Hace un tiempo escribí "Tengo que dejar de esperarte". Las viejas palabras todavía se amontonan en mi cabeza e intentan salir en el mismo orden. Y lo logran.

Me tenes cada vez más confundida. Todo en códigos, todo armado para descifrar. No me gusta perder el tiempo, por eso yo pongo las cartas sobre la mesa. Entendé, entendeme. Sos difícil, con tus misterios y tus rehuidas, con las cosas a media luz.

Mirala vos a la hienita riendose de sus maldades. Mirala, ahí, caminando altiva con un pedazo de carne en la boca, otro pedazo de carne nuevo.
Se bambolea, atrayente, como ninguna hiena sabe hacer. Puede llamarte sin llamarte, podés ir sin ir. Pero de una u otra forma, va a hincarte un diente hasta que te desangres, despacito despacito, y caigas en sus garras de persona, de diva, de asquerosa mujer.
Pero cuidado, en el reino animal hay otras especies peligrosas. Como yo.
Mirame. Mirame dormir con una sonrisita que sos vos en los labios, mientras me corrés un mechón de la cara y tu mirada se pierde en una infinita ternura, como vos me dijiste. Y yo no duermo porque te siento más cerca que nunca y me siento más nena que nunca, vulnerable pero confiada hasta el punto en que te dejo mirarme dormir con una sonrisa que soy yo en la cara y te dejo correrme un mechón de los labios con infinita ternura como decís vos.

Peligrosamente vedado.

Se me están acabando las palabras. Pensé que nunca llegaría a rozar el fondo entre "gato", "tabaco" y "te.", entre "mar", "caramelo" y "te."
Y no puedo armar una oración coherente que me exprese la cabeza con tres letras. Para decir todo, pero todito, necesito las manos, el pelo, la boca, los ojos, las piernas, el pecho, el vientre, el alma.
Me retracto. Puedo armar una oración coherente que me exprese la cabeza con tres letras y "te.".

Artesaneando su vida.

Nuevas perspectivas de subir y subir para caer en picada loca pero de la mano de alguien.
Tatuaje que es menos doloroso que el otro.
Personita que es menos dolorosa que la otra.
¡Proyectos! ¡Proyectos por montones! Fotografía, trabajo, ayuda social de cocinerita, amigos nuevos y buenos.
Personita. Sí. Lo mejor.

Me extraño a mi.

-Te digo que no me estoy negando. Yo estoy abierta a que nazca, pero no está.

-A lo mejor está, a lo mejor no lo ves. Lo esencial es invisible a los ojos.

-Desear un cordero es prueba de que se existe.

-¿Y negarlo?

-Uno no puede negar un cordero.

-No, pero puede aprender a disfrutarlos.

-Yo sé disfrutar a mis corderos.

-Ojo con los lobos.

Voy a salir nena a buscarte, y vas a ver cuando te encuentre.

El músico y la escritora se mueven por la casa como si el otro no existiera. No por falta de amor, sino por descuido. Ellos, los artistas, se desplazan con cierta ligereza de espíritu, se rondan sin verse, pero tocándose con todas las manos del cuerpo y del alma, con todos los poros. Él la saborea con la yema de los dedos, curtidas de tanto arpeggio.
Saben que no tienen razones para dirigirse la palabra. Un beso basta.
Por eso se hablan y se hablan hasta quedarse sin palabras en los dedos cuando no están tocándose, para acortar distancias inútiles y macabras que, por lo menos a la escritora, no van a marcarla en lo más mínimo.
Ya sabe ser fuerte.

El Diablo, que conoce mil lugares donde hay minas y algo como amor.

Es como apostar lo que no tengo, como creerlo pluma que me roza las manos cuando cae y me da tantas cosquillas que termino riéndome sentada en el suelo, agarrándome la barriga que se quiere escapar de mi ser. Riéndome más por felicidad que por otra cosa.
Es algo así como planear lo implaneable, decir lo indecible, saltar árboles caídos de tres metros y medio sin siquiera agitarse.
Y sí, será loco. Pero será.
El hijo de la bruja me regala un piropo y yo lo siento superfluo y de más.
El chico de las flores, o sea el Lobo, lo mete en mi ojal, lo hace pasar desapercibido, y me enamora.
¡Que tendenciosa, por Dios!

Everywhere I go no one understands me.

Buenas tardes. Estoy enamorada.
No sé por qué, ni por cuándo. No sé nada. Pero estoy feliz y enamorada. No quiero preguntarme nada más.

Pero a la gente no le gusta ser feliz, es una pena.

Nunca te escribí, a pesar de que estás constantemente presente. A pesar de que me ayudás y de que yo te escucho las aventuras romanticonas de poesía infinita. A pesar de saberte una persona buena, inteligente, asquerosamente selectiva, talentosa (odio que toques mis artes y las hagas mejor que yo, carajo).
Y a pesar de la relación estrechísima que tenemos, nunca te escribí.
Pesimista por vocación, la vida te dio algunas patadas difíciles de remontar. Entonces te construiste una cuevecita para no salir de ahí. Y desde tu lugar, mirás el sol salir y esconderse una y otra vez.
Tocás manos suaves que a veces se animan a adentrarse entre las piedras, las telas de araña y los rasguñones. Manos valientes, por lo tanto: todos saben que a las mujeres no suele gustarles la bravura.
En fin. Nunca te escribí y quería enmendar mi error. Sos una de las personas más importantes de mi vida y, por lo tanto, te tengo familiarizado. Este es el punto en el que me extraño de tu persona y te dedico unos parrafitos sucios, mal escritos, de los que sos musa.
Buena suerte, Horacio. La maga está en todas las esquinas.
Anda sin buscarte pero sabiendo que anda para encontrarte. Y te va a calar hasta los huesos, como la lluvia que te agarra cuando salís de un recital.

Revisión: El otro día se mandó una frasecita del diablo: "Bolero eventual para mujer desesperada". Y no me la olvidé.