Pienso que todos tiene su forma especial e intrigántemente imitable. Y yo no.
¿Qué soy? ¿Un cúmulo de frases célebres? ¿De lugares comunes, palabras tontas? ¿Por qué no digo cosas geniales como todo el mundo? Me estanco, me estanco, a pesar de ver como todas las aguas corren o quizás por esa misma razón.
Tampoco quiero una pantalla:
Que sí, que últimamente la falta de un señor al lado no me mueve ni una hebra, ni una vena, pero ahí sigue la puta inseguridad. No es que alguien pueda tocarme. Soy yo, o por ahí mi pasado o por ahí mi neurosis, la que se tira abajo.
Que no, no escribo excepcionalmente a pesar de los, no sé, calculo que seis o siete años de no parar. Que no saco fotos maravillosas que hacen que la gente llore y se emocione hasta convulsionar.
No, no tengo ni una forma ni una visión ni nada tan particular como me gustaría.
Una vez, un ex me dijo que lo único que yo buscaba era diferenciarme. Pero ese ex es un imbécil.
Otra vez, hace poco, un señor con el que andaba comentó que lo más raro que tengo es mi cuarto pintarrajeado, escrito a rayones, con un ratón corriendo adentro. Pero él también es un imbécil.
Lo más raro tiene que ser la cuna, el huevo de donde salió este cuarto.
La cuna soy yo. La cuna es mi mente encendida, mi alma roja y verde. Mis alas grises.

El corazón pesado como una montaña.

No me importa que sigas supurando poesía. Sé que soy yo la que te la pinta, la que te la salpica.
Hoy volvieron, cabizbajas, las cosas que te había prestado. Volvieron llorando un poco de extrañarte, un poco de extrañarme. Las abracé con fuerza. Pobres, la que deben haber pasado en tus garras. Lo sé porque yo también estuve entre esos dientes y puedo asegurar que duele cuando aprietan.
Pero yo quería ser altiva frente a mis bebés-objeto, y me costó mucho cuando las toqué, porque desprendieron olor a hombre y hace mucho que no me lastima tanto el hecho de que un hombre huela o que me devuelvan mis cosas o que un libro tenga un perfume que no es el mío.

Ojo de mosca.

¿Cuántas noches al año te romperás la cabeza contra la almohada pensando en mí, en mi vida, en mis éxitos? ¿Te arrepentirás de las decisiones que tomaste? Me refiero a esas que hicieron de vos y de todas mis personalidades algo diferente, algo externo. A esas decisiones que hicieron que yo hoy no esté en esa almohada contra la que te rompés la cabeza.

Estamos aquí reunidos...

Te tengo entre ceja y ceja, petiso. Hoy me preguntaron por vos y yo me mordí los labios y me quise matar. Se me escapó la oportunidad más servida que tenía.
En Enero, agarrate.

REVISIÓN: Está bueno saber que es mutuo.

Pomme d'amour.‏

Puede ser que ese chabón alto, encorvado, de pelo largo y ropa larga, seas vos. Me muevo inquieta, jugueteo con los dedos entre mi pelo, entre la ropa. Ahora lo pienso, en retrospectiva: Definitivamente esperé mucho tiempo, me morí mucho tiempo. Y estoy enamorada, fui fiel son proponérmelo, mucho más fiel de lo que fui con todos los demás.

Pero no quiero perderme en cavilaciones cursis, porque vos estás por llegar y necesito tranquilizarme. Si yo tengo estas expectativas, vos debés tener más o menos las mismas, y eso me pone a mi -y por consiguiente, a vos- en una posición un poco de diosa pero yo sé que no sé llevar ese sayo. Y de vuelta, caí en digresiones.¿Qué más voy a hacer, si no sé dónde estás? Puede que no seas puntual, no conozco tus prácticas. Y mirá que extraño, ya me quiero hasta mudar con vos. Te vi poco y nada, te escuché la voz un poco más pero me hablaste con los dedos -de la peor manera posible- durante el tiempo suficiente. Y ¡BUM! Me enamoré el mismo día, o quizás al siguiente, en que me dijiste que volvías. Pero faltan unos minutos para la cita.

Que voy a hacer cuando me toques, cuando me mires. Toco la vida con las yemas porque no puedo tocarte a vos. Vas a acercarte sonriendo estupendamente, no me decido si con lujuria o felicidad. Pero es lo único que sé, no tengo idea de lo que vas a rozar primero. Si es un abrazo, me voy a fundir con lo que, imagino, será tu piel. Me voy a dormir en tu nuevo calor, escuchándote -y viéndote- respirar, con los dedos en toda mi cáscara, entre mi pelo, intentando abarcarme de punta a punta.

Y si es un beso... bueno, es difícil explicar al Apocalipsis en un párrafo escrito con lápiz. Pero supongamos, por un segundo, que no sufro pequeños derrames cerebrales cada vez que recuerdo tus labios. Entonces yo vería dar vueltas el mundo a través de los ojos, siempre cerrados; olería tu olor; me aguijonearía tu tacto agudo, y escucharía mi propio corazón directamente en los oídos. Estaría dispuesta a todo, porque transpiro un poco amor, un poco deseo.

Y después me llevarías de la mano pero yo estaría convencida de que no me basta al tacto y que sólo me bastaría si estuviésemos desnudos y entrelazados, sin sábanas que turben mis ojos extasiados entre tantísima extensión corporal.

Sin tontos preámbulos, deberías conducirme a tu casa que en este punto no me importa si existe o no, desvestirme entre besos dulces y no tan dulces, enloquecerme los puntos débiles con la respiración y tocar acá sí, acá no, dejándome con las ganas de un todo acá sí.

Y vos vas a, en la realidad más real, volarme de un soplido la etiqueta de Platoncita para dejarme el pecho abierto y poner ahí lo que queramos y nos quede más cómodo y poético. Yo me tiro por compañeros, no sé vos. ¿Después? No tengo idea. Todavía no llegaste pero ya estamos viviéndonos.

Ay... no sos vos ese alto.

Esto es viejo. Más exactamente de Junio. Al final, lo que escribí es inmensamente más lindo de lo que terminé viviendo. No me arrepiento de nada.

Pierrot se llama Anónima.

Un pierrot solito en carnaval. Camina despacio por la calle y la gente lo mira y se ríe.
-Gran disfraz- le dicen. Nadie sabe que el pierrot no está disfrazado sino triste.

Awake my Soul.

Levanto y abro las alas del alma para empezar a viajar desde la tierra frío y oscura hasta donde es todo rojo y agua.

¿Vos sabés dónde quedan los mejores besos que diste?

Me acuerdo de que, hace un tiempo, pensé que se me había volado el amor de nena que siempre tuve. Me quedé vacía de luz, de crayones, de caramelos media hora.
Me quedé ciega y tuve que tantear con las manos otras manos hasta que me dí cuenta de que era inútil contar garras.
Alguien me sopló las pestañas y mil luciérnagas iluminaron la habitación. No sé, puede que haya sido una mala idea, porque pude verle la sonrisa diabólica al señor que me andaba acompañando. Mentira de patas largas.
Fiesta en mi honor. Hoy todo es mío. Y ya sé que es lo primero que voy a reclamar.
La puta... Hace siete meses que estoy sola. Nunca duré tanto (y es una suerte que no le tenga que rendir cuentas a nadie)
Me voy embriagando de colores y, a riesgo de sonar un poco tonta o un poco optimista sin remedio, de restos viejos de sueños que jamás pude cumplir. Era porque no tenía ganas, ahora lo sé. Que con la facultad todavía me queda tiempo para payasear, bailar, fotografiar y no dejar de dormir en el intento.
Hoy tengo canilla libre de recuerdos, en el aire se huele algo dulce que es como una premonición de viajes nuevos de la mano del Buho (aprovecho para decirte que te extraño, sabiendo de antemano que pasas por acá cada tantito), viajes locos de ruta polvorienta, bajo el sol del norte que renguea como yo. La mochila pesa, ya lo sé.
Buho, te cuento ahora que andamos desencontrados: Soñé que veníamos viajando cerca del límite con el país hermano al que visitaste el otro día. Pateábamos animadamente, entre risas de esas que nos adornaban las tardes hace un tiempo. A pocos metros de lo que en mi sueño era una linea divisora entre Argentina y Uruguay, yo te apoyaba la mano en el pecho, mirando al horizonte, y te decía:
-No, esperá. Entremos bailando.
Y nos movíamos casi convulsionando, ya sabés como somos nosotros con el cuerpo. Malos.
Y como quien oye llover, me desentiendo de algunas personitas tristes, enojadas, maliciosas. Pobres de ellas. Yo alguna vez fui así, no se lo deseo a nadie. A casi nadie.
Salgamos a jugar, que hoy hubo sol.
Todo es Absurdo, difícil, hermoso.

Pasitos.

Me siento una nena aprendiendo y aprehendiendo a caminar. ¿Sabés qué? Yo, de niña, para no caerme, apoyaba mi peso en un libro. Un libro que, por supuesto, no se sostenía a nada. Cuando por alguna razón el aparatejo se resbalaba de mis manitos regordetas y torpes, yo me dejaba caer, haciendo un ruido entre sordo y gracioso, a pañal arrugado.
Quizá nunca dejé de caminar ayudándome de eso.

Curioso.

Es chistoso.
Algo interesante tengo que tener encima, porque si no, no se explica.
Me encuentro miradas, me encuentro sonrisas. Reset de metas: dejarle el número a un desconocido.

El mismo temblor.

No me juegues a eso, querido. No me digas amor porque pierdo la cabeza entre tus brazos.

Mutantes.

Truena. Pero acá no truena nunca. Llueve ceniza sobre la ciudad bonita en donde no pasa nada.
Hay miedo general y la gente se amotina en la puerta del supermercado que ya está aumentando los precios y la presión. Pánico general: La grande peur renació pero ya no como representación del hambre y la desesperación, sino como una anomalía bonita y gris.
Bájenme un cambio, saquen TN. Disfruten, disfruten la lluviecita de nieve disfrazada de carnaval, vístanse del Eternauta y salgan a bailar.
Vuelvan a casa sin esas bolsas abarrotadas de agua, pan, carne y barbijos.
Tontos, que el pan se endurece.

Manzana con azúcar.

Yo creo que los hombres no sufren por amor.
Toda la vida tuve amigas tristes y amigas contentas de haberseseparado/queelseñornolesdierabola/etc. pero jamás un amigo se me acercó con problemas amoriles enfrascados en el alma. Un par de veces se quejaron, y son de esos rezongos de quien quiere llamar la atención, como cuando un nene viene diciendo que le duele acá y después lo ves jugar lo más tranquilo en un rincón.
Además un hombre suele llorar más porque está solo en general, no solo en particular de alguna señora.
Yo quiero saber si algún muchacho me sufrió a mi. Quiero saber si cada tanto se acuerda de mi estampa y le agarra un no-sé-qué en la panza como los que me agarran a la noche. Si algo fuerte evoca en ellos un leve dolor de muelas y piensan, como pienso yo: Hay que joderse.
¿Me extraña alguno de los señores, alguno de los ex? ¿Se vuelven y se revuelven locos en la cama el día, un año después, que nos conocimos? Yo sí, y no conozco hombres que sufran por amor. Sí conozco, pero me gusta ignorarlos como viles mutaciones de la especie humana.

En otro orden de cosas (o no, todos saben que yo sólo escribo y pienso en el mismo orden):
Estoy des-enamorada. Menamoro, como dije, pero en un segundo tiro todo al carajo y ya está, qué me importa si el tipo que tengo al lado es un pobre pibe al que le tuve que esquivar un beso de varias leguas pero me interesaría echarle el ojo a su amiguito rarísimo en casi todos los aspectos y que puede que no me caiga del todo bien, pero su lenguaje corporal me dice que yo sí le caigo bien, me tienta a seguir los pasos perfectamente estudiados por la naturaleza durante tantos siglos, pasos que esa mismísima naturaleza nos susurra casi en secreto, casi a los gritos.
Y no llegamos a tocarnos las manos pero yo sé que vos estás tan atento como yo a esa cercanía centimétrica celestial en el apoyabrazos del sillón. Lo sé porque mirás de reojo cada movimiento que hago y también puede que tengas extrema conciencia de las células que se acercan un poco más que las otras a mi piel llena de células que se estiran para alcanzar a tu piel.
Y las piernas apuntando al centro de interés que en este caso no era la película sino nosotros. Yo no fui del todo activa porque no se me cantó, ni del todo pasiva porque no podía aguantarme. Puto superego.

-¿Por qué no te conocí antes?
-Cada uno tiene sus neurosis.

Adentro.

Inseguridad.
No de no poder salir a andar en bici porque te la pueden robar.
No de no tener el celular a mano en el bondi porque alguien puede intentar sacártelo.
Tampoco de que sea imposible olvidarse la llave del auto adentro del mismo.
Ni de que la noche este prohibida para pasear a solas.

Inseguridad del alma. Inseguridad que carcome hasta lo más íntimo. Inseguridad hambrienta, loca de ira, furiosa porque no puede encontrar nada más que comer.
Inseguridad que se alimenta de las entrañas. Pero de las entrañas de uno.
No es externa. Se esconde bien adentro, allá en lo más oscuro, y silba.
Un silbido, dos silbidos. Ahí está, pero no se ve. Se intuye atrás de los escombros. Se revuelve con los ojos desorbitados. Todos los monstruos tienen los ojos desorbitados, deberían saberlo.
Sonrisa triste.
Espíritu melancólico.
E inseguridad por todos lados. No del cuerpo, sino del alma.

La voz suave del mar.

Tengo los dedos amoratados, las zapatillas llenas de arena, los ojos cansados y el cuerpo no me da más. Me agarró la tarde con frío y tantas ganas de vivir que dan miedo.
Ojala me dure el brío, ojala me sacuda la modorra de una vez y para siempre. Ojala termine siendo como yo quiero que sea.
Hoy me levanté con ganas, salí de casa contenta y contenta me encontré con gente amiga que me hizo reír entre helados y playa como si fuera un día de verano, al más puro estilo patagónico.
Entonces se me ocurrió sacar a pasear a Azuzena que ahora se llama Aurora y pasamos a buscar a Bianchi con su dueña. Pobre Bianchi.
Bajamos a la playa, nos perdimos, tuvimos sed y volvimos a casa.
El último saludo fue hermoso. Ambas volteando para agitar la mano sonriendo. A la vez.
Llegué a casa exhausta y feliz. Como debería ser siempre.