Pienso que todos tiene su forma especial e intrigántemente imitable. Y yo no.
¿Qué soy? ¿Un cúmulo de frases célebres? ¿De lugares comunes, palabras tontas? ¿Por qué no digo cosas geniales como todo el mundo? Me estanco, me estanco, a pesar de ver como todas las aguas corren o quizás por esa misma razón.
Tampoco quiero una pantalla:
Que sí, que últimamente la falta de un señor al lado no me mueve ni una hebra, ni una vena, pero ahí sigue la puta inseguridad. No es que alguien pueda tocarme. Soy yo, o por ahí mi pasado o por ahí mi neurosis, la que se tira abajo.
Que no, no escribo excepcionalmente a pesar de los, no sé, calculo que seis o siete años de no parar. Que no saco fotos maravillosas que hacen que la gente llore y se emocione hasta convulsionar.
No, no tengo ni una forma ni una visión ni nada tan particular como me gustaría.
Una vez, un ex me dijo que lo único que yo buscaba era diferenciarme. Pero ese ex es un imbécil.
Otra vez, hace poco, un señor con el que andaba comentó que lo más raro que tengo es mi cuarto pintarrajeado, escrito a rayones, con un ratón corriendo adentro. Pero él también es un imbécil.
Lo más raro tiene que ser la cuna, el huevo de donde salió este cuarto.
La cuna soy yo. La cuna es mi mente encendida, mi alma roja y verde. Mis alas grises.

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