Pasitos.

Me siento una nena aprendiendo y aprehendiendo a caminar. ¿Sabés qué? Yo, de niña, para no caerme, apoyaba mi peso en un libro. Un libro que, por supuesto, no se sostenía a nada. Cuando por alguna razón el aparatejo se resbalaba de mis manitos regordetas y torpes, yo me dejaba caer, haciendo un ruido entre sordo y gracioso, a pañal arrugado.
Quizá nunca dejé de caminar ayudándome de eso.

No hay comentarios: