Arrugando.

Te engaño y te digo que tenés cara de foto. Contestás un poco incómodo, puede que nunca te hayan pedido un retrato. Y puede que nunca haya sido este pedido una excusa para verte a solas, para acercarme en un primer plano a tu boca -que, por cierto, sí es digna de foto-, para ver como se mueven los músculos de tu sonrisa formando hoyitos a cada lado.
Me contás algo a lo que yo no sé contestar. Me pongo tan nerviosa desde la última vez... Esa que me dejó totalmente inmóvil en estos trámites amorosos. Tengo miedo, para qué voy a mentir. Tengo miedo de que otra vez no me quieran.

Romper.

Esto es un descargo, nada más. Es gritarlo acá o a quien le corresponde, que nunca es bueno.
Dejen de atarme, estoy cansada de hacer fuerza pero, sépanlo, no voy a dejar de hacerla. Incluso voy a gritar más fuerte cuanto más intente pararme. Yo no soy lo que ustedes quieren que sea. Mala suerte. Yo soy yo, así, y ya demasiado me cuesta aceptar que soy alguien. Así que les pediría que no me coarten más, que no me repriman más, que no me miren con lástima cuando me ven bajar las escaleras con pollera o cuando les digo que voy de estatua viviente a la Mitre.
Suéltenme, no soy una "nena", como dijiste vos. No soporto cuando me preguntás si me queda mucho de vestirme así. ¿Y si sí me queda mucho, qué? ¿Te molesta? Y bueno, cométela.
La cantidad de hilo que me queda en el carrete es tanta... no voy a desperdiciarla en vivencias que los contenten a ustedes, si no a mi. Ustedes no viven según mis reglas, yo no tengo porqué vivir según las suyas.
Dejen de arañarme los tobillos cuando quiero saltar a mi vida. No quiero cercarme. No quiero usar la última opción.
Déjenme en paz, déjenme sola. Yo puedo.

BUENOS AIRES, JULIO DE 1975: VOLVIENDO DEL SUR.

"(...) Largando tristezas, me habló de Pacha:
—Una noche llegué muy tarde y me acosté sin hacer ruido ni encender la luz. Pacha no estaba en la cama. La busqué en el baño y en el cuarto donde dormía el hijo. No estaba. Encontré cerrada la puerta del comedor. Fui a abrirla y me di cuenta: al otro lado estaban las cobijas en el suelo. A la mañana siguiente la esperé en la cocina, para matear como siempre. Pacha no hizo ningún comentario. Yo tampoco. Charlamos algo, las cosas de siempre, lo lindo o lo feo que está el tiempo y lo brava que viene la mano política o dame que doy vuelta la yerba para que no se lave. Y cuando llegué, de noche, encontré vacía la cama. Otra vez la puerta del comedor estaba cerrada. Puse la oreja y me pareció que le oía la respiración. De mañana, temprano, nos sentamos en la cocina a tomar mate. Ella no dijo nada y yo no pregunté. A las ocho y media llegaron los alumnos de ella, como todos los días. Y así durante una semana: la cama sin ella, la puerta cerrada. Hasta que una mañanita, cuando me alcanzó el último mate, le dije: `Mira, Pacha. Yo sé que es muy incómodo dormir en el piso. Así que esta noche venite a la cama, nomás, que yo no voy a estar´. Y no volví nunca."
Uma se dio cuenta de la clase de grupo en la que se había metido cuando uno de los compañeros apareció con neumonía y el otro con traumatismo de cráneo y ocho puntos.
El primero andaba a media máquina, el segundo estaba blanco de muerte. Pero se presentaron a la clase y trabajaron hasta donde podían, sacaron lo mejor de ellos aún cuando se les debe haber hecho cuesta arriba. Lo mejor de todo es que ese "hasta donde podían" fue tan maravilloso que Uma salió del establecimiento con la sonrisa más grande en la cara, charleteando con una compañera y notando la puntualidad del grupo que, por primera vez, había llegado todito antes de las tres en punto.
Está Jero, que junto con Edu hacen un dúo magnífico. Es hilarante la contraposición de personalidades. Uno, loco, animado y burlón; el otro, pacífico, tranquilo, lánguido. Pero cualquiera de los dos con Juan tampoco se quedan atrás.
Pez es la payasa más pierrot del mundo. Se le nota en los gestos que tiene ese almita triste pero que no se permite perder las esperanza.

Sueños II

Estaba en un laberinto o algo similar, con dos hombres. Uno de ellos me regalaba un par de libros y yo pensaba "¿y cómo hago ahora para no besarlo?". Al no encontrar respuesta, le agradecí el regalo de tal forma. El otro hombre se perdió en mi ensueño y nos quedamos nosotros dos solos, caminando por el laberinto sin buscar la salida y presiento que perdiéndonos un poco más a cada paso. Pero no nos preocupaba demasiado. Paseábamos abrazados entre palabras sabias porque, por lo visto, este hombre era algo así como un erudito y en mi sueño yo también.
De pronto Búho apareció. No sé muy bien por qué estaba ahí, no era funcional a la trama, pero ayudó un poco más a la sensación de paz que se estaba gestando en mí.

Este Búho... siempre aparece en los momentos más indicados.

REVISIÓN: También soñé (y acabo de acordarme) que mi señora madre me decía que era a ella a la que le correspondía pagarme las fotocopias. Eso es tener sueños intrascendentes, eh.

Sueños.

Yo estaba en un pueblo que no conocía, visitándolo. Eramos cuatro amigos, a uno sólo lo reconocí. Las otras dos mujeres no sé quienes eran.
Yo sentí que teníamos que visitar un lugar específico, cerca de una plaza grande. Era la casa de un hombre, la casa más chica del mundo. Una sola habitación, había una mesa chica y muchos desniveles. Tenía mil colores. Yo entré segunda y lo escuché decir:
-Yo vivo acá, solo. La gente dice que debe ser feo vivir solo y sin cosas. Pero yo solo puedo hacer una fiesta acá.
Mi amiga asintió. Yo también estuve de acuerdo. Nos presentó a alguien.
-Esa de ahí- señaló a una pared, que era roja y sucia, y estaba muy cerca mío- es mi zarigüeya.
Yo vi a un pedazo de tela de araña pegoteado, colgando de un alambre, separarse en dos y caer. Se levantó y empezó a moverse, era simpático y perverso.
Empecé a marearme, no me sentía nada bien. Entonces me dije: "Esto no puede estar pasando, esto no debería estar pasando". Entonces intenté salir.
Habían pasado muchas horas, eran las siete de la tarde y nosotros habíamos entrado a las tres. La gente de la plaza ya no estaba. Y yo no me sentía aturdida. Llamé a los gritos a mis amigos, les dije que afuera había cosas fantásticas para ver. Algo malo ocurría en esa habitación, el hombre no podía ser bueno. No, no.
Ellos salieron y yo le hice notar, desesperada, que ya no se sentían mareados, que no había nada maravilloso alrededor. Y corrimos, lejos de ahí.

Búho supo lo que estaba pasando en mi psiquis y me llamó. Gracias, Búho. Un sueño estremecedor.
¿Y sobre qué voy a escribir? ¿Sobre mis planes bobos? ¿Sobre el poco tiempo que me empuja y crece y termino haciendo cosas que en realidad no debería hacer? ¿Sobre vos?
Me dijeron que sos bueno, y me dijeron que sos malo.
Que tenés vetas francesas y de fotógrafo. Que te caracterizás por tu egoísmo. Que tenés una grave psicosis. Que resultás adoráblemente vulnerable, que te escapaste por mal de amores de una ciudad tan llena de recuerdos que da miedo.
Recuerdos como los míos, pero en esquinas opuestas. Bajo fachadas diferentes. Sobre medianeras dispares. Pero inmortalizando el mismo dolor en la espalda que cruza hasta el pecho y llega a la boca.
De todas formas... dejé de imaginarme de la mano de alguien hace ya varios meses.
Y ya casi no se me para el corazón cuando leo tu nombre.

Juan Ramón.

"Por el balcón abierto a brumas estrelladas, venía un viento triste de mundos invisibles... Ella me preguntaba de cosas ignoradas y yo le respondía de cosas imposibles..."

Neruda

"Me hizo falta la luz de tu energía y miré devorando la esperanza, miré el vacío que es sin ti una casa, no quedan sino trágicas ventanas."