El mejor recuerdo es el después.

Menta, café, limón. Tarde de besos con los ojos cerrados. Pasar de tu mano a tu pelo a tu cuello y de nuevo a tu mano.
El Duende es medio petiso, apenitas más alto que René, de pelo largo, con el charango a cuestas. Dicen que dicen que también se está enamorando.
El Duende es tan grande que ocupa el lugar de todos los demás. Ellos pasan por la puerta, cabizbajos, pateando el suelo. Alguno dice algo. Los títeres y los duendes no hablan el mismo idioma: no hay comunicación posible.
René prueba, y muerde. La piel del brazo cede un poco, caliente, y el duende la mira raro y se ríe con media sonrisa y los ojos entrecerrados.
Después, despertarse juntos, medio abrazados, y él riéndose.
Después, caminar por el barrito -que saluda gravemente-, a los besos y sin capucha.
Y después, nada.
René se sienta como india en el suelo ni bien él cierra la puerta tras de sí. Se ha quedado sola, con un cachorro un poco tonto que se acuesta en su regazo. Hace tanto frío afuera que él partió con los labios morados y ella ya no quiso calentarlos.
Lo que pasa, piensa, es que se ha devaluado la magia y todos decidieron cambiarla por otra cosa que ahora valga más, como palabras lindas o un lindo auto.
Hay que pasar de página, piensa, y no quedarse atrás. Sabe que nunca va a encontrar magia pero al menos nunca se va a quedar atrás.
Él le dijo que la amaba y rió y a ella se le heló la sangre porque hay tantas cosas que no se deben decir nunca.
Nombrar, a veces, no es nombrar sino evocar.

No se calma la sed con agua marina.

Sobre lo lindo, te decía, he escrito muy poco. Sobre empezar a enamorarse, sobre los primeros besos.
Sobre volver con la ropa empapada y bailando charquitos, borracha de cerveza, con tus dedos en mis manos y tu media sonrisa. Sobre las zapatillas hundiéndose en el barro entre la risa gorda de saberte ahí, cerca, para abrigarme.
Me prometiste mil cosas y quizás no lo notaste. Me pediste el primer beso, tan largamente olvidado, sin quererlo.
No hacía falta que me acompañaras de vuelta a casa. Igual viniste conmigo todo el camino.