René se sienta como india en el suelo ni bien él cierra la puerta tras de sí. Se ha quedado sola, con un cachorro un poco tonto que se acuesta en su regazo. Hace tanto frío afuera que él partió con los labios morados y ella ya no quiso calentarlos.
Lo que pasa, piensa, es que se ha devaluado la magia y todos decidieron cambiarla por otra cosa que ahora valga más, como palabras lindas o un lindo auto.
Hay que pasar de página, piensa, y no quedarse atrás. Sabe que nunca va a encontrar magia pero al menos nunca se va a quedar atrás.
Él le dijo que la amaba y rió y a ella se le heló la sangre porque hay tantas cosas que no se deben decir nunca.
Nombrar, a veces, no es nombrar sino evocar.

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