Cosas que encuentro revisando cajones.

Hace ya un tiempo que las coincidencias me llevan otra vez a vos.
Quizás porque los amores truncos son los únicos amores eternos, o porque ingeniosamente te metiste en todos los rinconcitos, tu imagen me sigue a través del humo del té, en otros nombres, desde las luces que se comen a los autos, con susurros de árbol.
Me invade una especie de víbora cansada que se retuerce, bien fuerte y bien adentro, una víbora que es sólo tuya y que vos alimentaste a fuerza de ilusiones maltrechas. Me invade, ya rota y puede que un poco muerta, y pellizca restos de memoria estancados en charcos negros. Charcos rojos, charcos violetas, charcos de plumas, revueltos de sangre, con entrañas duras, muecas burlonas.
¿Sabías de todos los planes compartidos que nunca viví? ¿Sabías de las noches en vela, esperando, una vez más, que aparecieras? ¿Sabés que aunque hace mucho que no lloro por vos, todavía tengo ganas de que aparezcas en alguna esquina?
Contra la pared rugosa paso las uñas y el cuerpo en silencio me dice que no.