Does anyone know that you are this way?

Tonta de mí.
La hiena peleó con la fiera que peleó con el mundo. El mundo soy yo.

Gurí.

Cómo te hubiera rozado las manos. Cómo me hubiera dejado llevar por tu mirada y por la mía, que se escapaba a tus labios.
Me tenté, no voy a mentir. Fue una tarde maravillosa, ésta que pasé con vos.
Yo no sé nada, básicamente. Pero verte confundido, escuchar un "¿Nos vemos mañana? No, el viernes", cuando en ningún momento nos propusimos una tercera cita, fue demasiado obvio. Por lo menos para mi mentecita loca.
Cómo hubiera caminado un paso más, dos pasos más, mil pasos más. Cómo te hubiera llevado conmigo.

Tarde fuego y color negro.

¿Cómo me dijiste que hacías para que no se te caiga la cara de vergüenza?
Yo creo que debés, o deberías, sentirte muy mal. Sos una pésima persona, y lo sabés muy bien.
Realmente, te merecés todos los males que la bonita Pandora eligió liberar. Y si yo fuese Pandora, primero te hubiera roto la nariz con la caja.
Pero no lo soy, tengo que vivir con mis limitaciones. Ojala fuese el ser más malo de la tierra, parece ser que son ellos a los que las cosas les terminan saliendo bien.
Yo no voy a cambiar mi forma de ser, sólo quiero darle el lugar que se merecen a mis grandes fracasos. Sáquenme ahora las ganas de matar, de andar arrancando dientes y uñas, de cortar con gillette la planta de lo pies. Te molería los huesos, querido, con todo el amor con el que soy capaz de hacerlo.
Espero que se te claven las cuerdas de la guitarra en los dedos y tengas que llorar y arrastrarte buscando ayuda. Y espero que nadie te la brinde.
Yo voy a ser feliz cuando te vea destrozado. Que sí, que soy repulsiva, pero vos sos peor. A mi me da verguenza ser como soy, vos estás orgulloso de pisotearnos. Ya te voy a ir yo con taco aguja. Y alfileres. Y un poco de fuego, quizás.

¿Quién te había limado la cabeza, querido? No entendés nada. Pero yo soy de hacerle la gamba a mis detractores. Y parece que vos querés letra.
A eso vamos.
Hasta pronto.
Sombra macabra, fantasma. A veces te encuentro espiándome tras alguna ventana, tras alguna taza de té. Te deformas con el vapor y la brisa; con un leve pestañeo, desapareces.
Me hago cargo: soy yo la que te invoca con pensamientos a veces lúgubres, a veces de animal salvaje.
Será que te protege un íncubo, se posa sobre tu alma y la devora y me devora.
O será que en realidad me topé con el diablo hecho carne que busca a donde morderme.
Yo misma opté por dejarte pasar, y ahora tengo que cuidarme porque, una vez dentro, es fácil romper.
Oscilo entre correr escapando y entre quedarme con la capa de mujer cubriéndome el cuerpo desnudo, lleno de dientes y garras. Pero no sé qué me tienta más.

Tonta de descontento.

Te corresponde una biblia. Pero no sería tan extensa, interesante y, por sobre todo, mentirosa con vos. Y me recomendaron que no me enganche, pero... es imposible a este punto. Voy a imaginar que todavía puedo con mi genio.
Hoy, cuando iba a asesinar bolas de telgopor, pedazos de tela y témpera a cuchilladas, la vi. Estaba hermosamente vestida, peinada, con un gesto un poco enojoso pero no más que eso. Parecía molestarle el viento. Tuve un lindo pensamiento a pesar de las malas sensaciones.
La coincidencia, noté, no era haberla encontrado en el lugar obvio, en el momento obvio. Era no haberla encontrado hasta ese día.

¡No corrás!

¿Cómo habrás llegado a ver tan hondo? ¿Con qué objetivo?
Y yo, que te conocía como humano pero quería abstenerme de conocerte como hombre, hice el mismo trabajo exhaustivo que vos. Y descubrí que tenés lindos labios. Y hace por lo menos medio año que no pienso eso de alguien.

REVISIÓN: Que hombre raro que sos. Menos mal que troté más rápido que vos.

Trapitos sucios.

Aunque te lo dije una sola vez en dos años de relación, seguís siendo tan fulero como cuando estábamos atados.
Nací límpida y me corrompí con el paso del tiempo.
Nací sana y me llené de heridas que fueron ya curándose, ya infectándose.
Nací recta y me fui torciendo.

Con el paso de los amores me volví un poquito más gris y por ahí un poquito menos confiada, menos entregada y por supuesto menos abierta.
Me hago acordar al cuento de Las mil y una noches del genio que había sido encerrado en una vasija y por cada mil años que él pasaba ahí adentro, la pesadilla para el que lo liberara era peor. Pobrecillo el que se interne en las selvas enmarañadas de mi querer si las cosas siguen así.
Tengo dos o tres pedidos para mí misma en este momento:
-Ser una perra cruel y despechada de ahora en más, porque induzco que es lo que debo hacer. Esto no me está dando resultados.
-Ser una soltera empedernida hasta que me canse o me enamore (que va a ser más difícil por el punto uno) Y desprendiéndome de éste:
-Tener un amor torrentoso y rápido con el ser más zaparrastroso posible. Si hace malabares en una esquina, mejor.

Destruí la coraza de cartón para empezar con una en serio, de hierro y bronca.

Dos, tres. Fin.

Cada hora que pasa me convenzo más de que lo que debería hacer es dejarme dominar por la razón sin escuchar al resto del cuerpo.
La razón me indica que voy a estar bien sin él, que es literalmente peligroso, que tiene razón y que no necesito nada de lo que él tiene para darme (salvo Amares, que el Diosdiablo es una de mis pocas razones de vivir). Y logra persuadirme.
El cuerpo me dice que me mintió, me prometió falsedades y me dejó esperando, panza arriba y maniatada. Que dejó mil compromisos envueltos en aire viscoso, chasquidos al viento. Que van a ser todos los días de no encontrarnos en París. Que la lista larga de películas va a chamuscarse de furia si algún día se cumple. Y agrega, como si realmente valiera de algo, que todavía lo quiero. El muy macabro sabe que eso pesa en mi balanza.
Ay... miente, miente, que algo quedará.
Pero no. Ya no. Porque cada hora me convenzo de que no vale la pena sufrir por dos semanas, una semana, dos días perfectos de comienzo de amor.
Que lástima que no llegamos a amarnos en ningún sentido.
"Te quiero. Que te baste, al menos hasta la próxima vez". No hay próxima vez, Lobo, porque sos en serio muy peligroso para mi. Y tengo que cuidarme de una puta vez. A ver, Señorita Ayli: si empezamos así... no te quieras imaginar dentro de un tiempito.
Sólo estaría dispuesta a correr un nuevo riesgo si tuviera verdadera fe en que cambiaría algo. Sólo así lucharía.

Ergo.
Fiera, si pasa por acá, le pido cordialmente que no me hable más.

Te amo con todo el intestino delgado.

Hoy me entretuve viendo fotos nostálgicas que me daban miedo.
Me acordé de que éramos felices y no parábamos de reírnos, y volví a preguntarme que nos pasó.
La lógica me dijo que no se le ocurría nada, todavía. Muchos meses buscando explicaciones para no obtener ninguna respuesta. "La tripa" me comentó que ya no me querías cuando decidiste dejarme sola. Que ya no te reías. Peleábamos más a menudo, nos veíamos menos. Pero yo no me dí cuenta de todo eso hasta que me lo diste envuelto en un paquete.
Ya no te tengo rencor pero debo reconocer que me duele, porque todos tus defectos se llevaban de maravilla con los míos.
Por suerte no fuiste vos el que me tatuó la pica. Por suerte fuiste vos el que me tatuó el ala.
A medio año de no verte, me siguen faltando algunas caricias. Yo pensé que el dolor no duraba tanto. Que los demás exageraban.
No te veo, no te recuerdo, no te espero (por Dios que no te espero). Y, que extraño... Me asaltó la melancolía con las fotos nostálgicas que ya no me dan miedo.

Paso lista.

Mamífero carnívoro. Se revuelve en la jaula. Ronronea a veces, gruñe siempre. Grita, trota, rasguña, mata: ¿Qué importa?
El cuidador le alcanza la llave y le dice:
-Sos libre de usarla, pero no para salir, sino para dejar entrar a otros.
La bestia, que tiene pulgares oponibles porque no se sabe si es una Quimera o el Ave Garuda u otro animal -mitológico, por supuesto- cierra la puerta y se sienta en un rincón, mirando con mirada un poco tonta.
Llueve.
Mamífero guarda la llave en uno de sus tantos bolsillos y espera. Una hora, dos horas. El cuidador ya debe haber avisado que la fiera tiene la llave. ¿Por qué nadie se acerca a verlo? ¿No saben que es horrendamente bueno? Llora un poco. Está desesperado y triste.
Pero no, viene alguien, lejos en el camino. Bestia espera.
-Hola. ¿Está abierto?- No contesta.- Bueno, permiso, paso- la personita tira de la manija en vano.
Y Mamífero Carnívoro, Bestia, Fiera, se desgañita en insultos porque ahora nadie respeta su espacio personal y se siente invadido a más no poder. La personita se aleja corriendo, con las enormes mangas del buzo apretadas contra la cara.
-Una falta de respeto- concluye.
Cuando la caja de chocolates que él te regaló dura más que su interés, vamos muertas.

¿Cómo estás, gato con botas? ¿Con la sonrisa dada vuelta?

No hay, en mi conocimiento humano, una metáfora que explique lo que se sufre cuando de pronto nos arrebatan las ilusiones que una ya sabía en juego.
No hay nada, a mi criterio, que magnifique realmente lo que es perder de un día a otro a la persona en la que confiábamos casi plenamente.
No lo sé y por eso no intento explicarlo, por una parte. Por la otra, no lo creo necesario.
¿A quién, si no a mi, le interesa la procesión de pequeñas velas incandescentes que chamuscan por dentro sin siquiera imaginarse el poco dolor que me causan? No dudo que intenten desgarrar. Vamos, inténtenlo otra vez, no sería la primera, hubo mejores y peores pero hoy estoy armada hasta los dientes.
Adentro, bien adentro, está la nena todavía. ¿Que hace ahí? Se esconde para que hoy no la castigue como bien se lo merece y no la destierre de inmediato e indefectiblemente; y que el vacío sea completo de una vez para sentirme triste y viva y quebrada y hueca.
Abro la puertas: Salgan de una vez todos los sentimientos y déjenme sola en la casa grande que es mi alma desnuda de ardores.
Voy a aprender, a fuerza de vivirlo, el ciclo más terrible del dolor: el mío.

¿Ya puedo decir lo indecible? Pues no, porque no se me da la gana.
Admito que la comisura de tus labios aún me tiene sin dormir, pero hoy estoy de vuelta en el desengaño. Bienvenido a los recuerdos.

3 Strikes and you're out!

Tic, tac.
¿A dónde vas? No te apures. Vos ya sabés.
La calma viene de la mano de la música y de los viajes, y vos tenés unas semanas libres.
René, la preferida, se toma el recreo más largo que puedo ofrecerle. Se va a tener que comer todas las palabras del fin, el último "tonta" iba para ella que está un poco cansada de confiar demasiado y mucho más cansada está de darle mil vueltas a la vida. Esta vez, es la última vez.
Y que no salten los pesimistas. De triste no tiene ni las lágrimas. Lo que le pasa es puro agotamiento de caer en las mismas ilusiones bobas de siempre.

Mi música, a veces chata y de onda corta; mi arte, intocable y perfecto (sí, con sus bordes desprolijos, arañando y mordiendo a quien lo acaricia con las garras, defendiéndose a los gritos agresivos y violentos); mis planes locos de volar rozando dientes de león con la yema de los dedos (ahora quemada, al rojo, que arde cuando la tocan hasta las hojas de los libros). Todo eso me voy a llevar en el pecho.

Buho. Soltá amarras que no creo que me tengas por mucho tiempo.

Pobre Amor.

Una cree que tiene un par de certezas sobre las que erigirse. Bien, viene preparada, ya sabe dónde pisar firme, sabe dónde poner el escudo.
Camina con decisión porque nada va a tomarla por sorpresa esta vez, aprendió con tantas derrotas. ¿O no?
Se encuentra a un enemigo débil, con cara de conejo blanco, que la espera sonriente. No entiende muy bien. Quizá estaba confundida. Es literalmente adorable, no entiende cómo intentó cuidarse de un pobre ser pequeño, amable, risueño, un poco raro. No, cayó en un simplismo: extravagante hasta el extremo.
Entonces se acurruca bajo el ala protectora de lo que otrora representara al Némesis más temible y él la abraza y le susurra al oído que la quiere. "Mentiroso", piensa ella, "es más que cariño". Pero no dice nada.

Se duerme. Se despierta.
Oscuro, oscuro. Él no está y ella no debería haber dejado la coraza.
No aprende más.

De lo mal que me hace revolver cajones.

Leía, buscaba, revolvía, borroneaba. Encontré un par de hojas que hacía rato que venía intentando recordar. Escuchaba a Aristimuño, mientras tanto, y tenía la cabeza mareada de recuerdos. Me puse a leer.
En retrospectiva, sé que fui mala porque no tenía idea de cómo reaccionar. No voy a mentir, me había pasado antes, pero nunca con vos.
¿Cómo pude ser tan fría, si te quise -y te quiero- con todo el alma? Me decías lobo, me decías que me querías y un poco más, quizás, que querías tenerme en las manos y verte reflejado en mis ojos. Que querías cuidar mi corazón para que yo volviera a reír como antes.

No sé de qué forma terminaba la carta porque me inundé de lágrimas, un poco por tristeza, un poco por extrañar. Y además, porque corrí a escribirte antes de que se me escaparan las palabras, que últimamente me quedé sin.
Perdón.