Ama y ensancha el alma.

Mascaba un chicle sin ganas, como queriendo contenerse. ¿De qué? Pues de fumar, claro.
En las plácidas placitas de Merlo era común verlo pidiendo monedas por nada o por todo. Canallesca era la actitud, a veces hacía malabares o vendía flores. A veces las regalaba.
Un par de días faltó de la casa y como si fuera un bicho manoseado por la humanidad, que no era más que eso, no lo dejaron volver. Y agarró las cositas que había dejado desperdigadas por el jardín delantero de la casilla y se fue.
No volvió hasta unos años más tarde, cuando la vida lo golpeó mucho pero le sonrió más. Y la casilla ya no estaba. Había, en cambio, una cadena nacional de supermercados. Su cadena nacional de supermercados.
A veces no son coincidencias. A veces son sorpresas del destino puestas allí bajo el mando divino de no sé que cosa. Y a veces simplemente las cosas que le pasan son a causa del desorden en el que vive.
Hoy encontró, como hace un tiempo, restos, cenizas, de un amor antiguo que no llegó a nada. Cenizas, nunca mejor dicho. Porque él era tabaco y ella Humo.

Hoy no me derrumbo.

Que poesía ni que poesía. Las cosas felices no hace falta subjetivizarlas, que por eso son felices.

En diez días aproximadamente voy a hacerme el tatuaje que por tanto tiempo deseé besándome la piel.
Hoy resultó electa la imagen que hicimos, con una amiga, para una fiesta. Es simple y linda.
Ayer me invitaron amablemente a trabajar en un cortometraje.
Hace un tiempo escribí algo que publicaron en un diario de mi ciudad. Me pidieron que lo haga de nuevo. Seguro que me olvido de algo, de todas formas.
Y por último, encontré a mi señor esposo.

Si me le olvido me tironea hasta la evidencia.

De Humo, para Azahar, para Humo:

"Hoy quiero contar algo que me pasó hace unos días. Una persona de todos los colores me mandó un sobre, o no, eso no es lo que importa, lo que importa es lo que había dentro de este apretujado dobles de papel, o no, pero tampoco es lo que importa, lo que importa es lo que me produjo.
Abrí la espontánea carta doblada varias veces sobre si misma con el fin de no dejar caer el objeto, demasiado significante, que contenía y lo ví. Apenas ví ese pequeño rulo castaño amenazando caerse de su emboltorio una profunda sensacion me invadió, una exasperación que me subió por la garganta y allí se quedó, o quizá fue la que también después se colocó en mis ojos y los inundó emanando llanto. Angustia pura. Y desesperación.
Unos instantes después recobré la compostura y todo volvió a ser como antes. Entonces llegue a una conclucion, tengo un rulo embrujado."

Embrujado, sin duda. Yo con ese rulo hice un pacto con el diablo. Le cambié mi alma por la felicidad terrenal.
Me lo encontré un día cuando lloraba en la calle. Me dijo, tratando de entrar en confianza, que así encontraba a casi todos sus contratantes.
Me propuso algunos cambios mágicos en mi vida mundana si yo le entregaba la espiritual. Coincidencias fantásticas, sorpresas afortunadas, suerte oportuna y muchas, pero muchas, risas. El canje era obvio. ¿Tormento eterno por algunos felices días? ¿Morir una muerte desdichada llena de dolor, venganza, desconsuelos, horror? No lo dudé un segundo. "Sí", le dije. Esa muerte iba a ser mala de todas formas.
El diablo se tornó rojizo, extrajo una pezuña de cordero (que a pesar de no ser un animal feroz es la mascota de Belcebú, que aunque es la maldad personificada a veces lo quiere) y de ella una daga con la que cortó su mano. En la sangre manada embebió una pluma y firmó. Yo cometí el error de no leer el contrato, confié en su palabra de embaucador infinito. Cortésmente, el diablo se ofreció a herirme a mi. Sabía de memoria que las mujeres solían desmayarse. Me negué rotundamente.
Una vez firmado por ambos, el hombre alto y grotesco que tenía frente a mi se desvaneció, no sin antes explicarme que me quitaría un día y una noche, y el objeto que causaba mi dolor, mi maldad.

El día creo que fue un veintiocho de no se qué mes. Lo supongo porque no tengo casi recuerdos, y los que todavía flotan en mi memoria tienen tintes de pecado. Una torta de chocolate, gula. Un auto que no me llevaba, ira. Una carta que no sé que dice, soberbia. Y lujuria, no importa por qué.
Lo que él no sabe es que gané yo. Mi alma ya se la había vendido a Eros muchos años antes.
-Lindas piernas.
-Son todas tuyas.
-Vos sos toda mía.
-Soy un noventa por ciento tuya.
-¿Y el otro diez?
-Te lo cambio.
-¿Por qué?
-Por un "te amo".

Lo prometido es deuda.


Estoy contento. Estamos contentos. Somos dos caballeros blandiendo nuestras filosas sonrisas frente al descontento diario, frente a la rutina, espalda con espalda, el uno para el otro. Con nuestra risa a modo de grito de guerra no dejamos enemigo en pie. Mientras unamos nuestras fuerzas, ninguno será un rival digno. Porque somos únicos, somos superiores a la raza humana entera. Somos mejores amigos.
Te quiero.

De Gran Capitano.
Para Humo.
Que lo acepta agradecida y corre la tinta con una lagrimita.

¡Viva!

Una vez más, la vida me sonrie. Una vez más, en esta pequeña ciudad y en esta pequeña vida que es la mía, existen las coincidencias. Hoy, después de un examen más facil de lo que pensaba, y ya libre de mis obligaciones hasta las nueve y cuarto, fui a la sala de computación a buscar una noticia y una foto de la mujer más linda según Eudeba. Buscó a Audrey Hepburn y a Anne Hathaway; y yo a Penelope Cruz y ella a Aylén Soriani. Y aparecí yo, en google. Apareció mi nombre y mi escrito en un diario. De un amigo, para que mentir. Pero fue una linda noticia saberme ahí, pequeñamente reconocida por eso que un día salio de mi mente y de mi boca y de mi sangre. Y por primera vez, me gustó saberme fácil de ubicar en mis textos.

Por favor, contemplen. Me siento como el Mufasa cuando el babuino hechicero levanta a Simba y lo muestra ante toda la comarca. Este es mi hijito.

"Un Cronopio pequeñito buscaba la llave de la puerta de la calle en la mesa de luz, la mesa de luz en el dormitorio en la casa, la casa en la calle. Aquí se detenía el Cronopio, pues para salir a la calle precisaba la llave de la puerta."

Sheree y Humo, clásica, típica.

"-Sus besos son suaves tentaciones.
-Yo quiero suaves tentaciones.
-Conseguí besos. Nunca es muy difícil.
-Pero yo no quiero besos que no significan nada.
-Esos son la figurita difícil. Porque antes tenés que conseguir a alguien que valga algo, y eso casi no existe."

Cortazar.

"Lo que mucha gente llama amar consiste en elegir a una mujer y casarse con ella. La eligen, te lo juro, los he visto. Como si se pudiese elegir en el amor, como si no fuera un rayo que te parte los huesos y te deja estaqueado en la mitad del patio. Vos dirás que la eligen porque-la-aman, yo creo que es al verse. A Beatriz no se la elige, a Julieta no se la elige. Vos no elegís la lluvia que te va a calar hasta los huesos cuando salís de un concierto."