"-Tienes edad suficiente para saberlo, Claribel. Tus padres, los reyes, nunca quisieron decírtelo. Pero consulté a mi bola blanca, querida, y no puedo ocultarlo- se alejó para buscar la tetera con agua que hervía sobre el fuego- Tendrás que superar tiempos difíciles. Toma las decisiones correctas, y no llores por causas perdidas- vertió el líquido caliente en el pequeño cuenco delante de la niña y un suave olor a canela inundó el ambiente- A veces las cosas no están tan mal como parece. Cuando se acerque el año nuevo de tus dieciséis años, deberás ser fuerte. Y recuerda, no mires atrás por mucho que lo desees, sólo lograrás morir de pena… ¿Está muy caliente?

La princesa, perpleja, quiso averiguar más. Pero la bola blanca sólo había mostrado imágenes difusas de la niña, llorando desconsolada, y muy pocos datos más.

-Espero que sepas comprender, mi niña, que no puedo darte más detalles. Debes saber que te espera un desenlace asombroso. Pobre, pobre princesa…- acarició la cabecita rubia intentando consolar a la joven."


A pedido, podría decir. ¡Hacía tanto que no escribía solo para mostrar!