En mi mundo de fantasías manda Sheere.

Zumbaba una melodía triste y dulce en los oídos de la Pelirroja. Acomodó los anteojos de lectura que tenía en la punta de la nariz y, aprovechando el movimiento, hizo correr una lágrima con el dedo índice por la superficie caliente del pómulo. Leyó:
"-¿Quién es "canalla"?-preguntó solemne la mujer, dándole la espalda, como si el hecho de curiosear la llevara a un nivel más profundo del que quería llegar y, sin embargo, no pudiera evitarlo.
-La Vida. Pero yo lo tomo más como El Vida- respondió él.
-¿La vida en masculino?
-Me cae mejor así, es hombre.
-Pero si te cae mejor, ¿Porqué le decís canalla a La Vida?
-Que me caiga mejor no quiere decir que me caiga bien. Ya te dije que sufrí mucho por las mujeres. No quiero sufrir más por La Vida, prefiero hacerlo por El Vida. Él, al menos, me entiende.
-No me parece que seas tan metafórico- comentó en un tono velado. El hombre se levantó del sillón de cuero oscuro y caminó hacia las sombras. Con las manos tomadas por la espalda, calló.

Mandame una carta.

Lobizón. No sos el único.
Quiero quererte sin miedo, sin guardarme nada, sabiendo que vos vas a interpretarme lo mejor posible todo lo que te dé.
Quiero quererte con ganas, esperando que vos hagas lo mismo y no juegues con mi confianza en nosotros.
Quiero quererte con todo el corazón, y así no volver a llorar lágrimas de sangre y gemir angustia.
Quiero dejar de tenerte miedo, de tenerle miedo a mi futuro.
Quiero poder entregarme sin trabas, quiero ofrecerte mi porvenir como un sacrificio y que eso te contente.
Te quiero.

¿Y si me cuidás?

Rasgué la última soguita que me quedaba. Ahora tengo que subir con las manos.

Me conocen poco, mi problema es que, por mucho que me guste estar arriba, lo de la soguita es emocionante.

La peur et de l'ambre.

Se le hacía tarde. Era previsible, era previsora. Se desvistió en un segundo, dejando dormir en el suelo las prendas todavía tibias. Giró las perillas y el agua comenzó a manar tranquila y sin ruido. Estaba demasiado caliente. Ella no podía soportar el frío del cuerpo y menos del alma. En un movimiento rápido se introdujo en la tina y dejó que las gotas recorrieran su piel tersa y joven, su cabello, sus manos, las curvas de su silueta. Se sabía una mujer normal, casi fea, con pocos pero importantes complejos. Y, sin embargo, se sentía hermosa. Se duchó en cinco minutos. Lo justo como para tener otros cinco que pensaba destinar a vestirse y maquillarse. Escogió con cuidado un conjunto de encaje negro y cintas color crema que se ajustaba perfectamente a su figura y lo deslizó por la superficie dulce de los muslos con suavidad y amor. Dio una vuelta para contemplarse en el espejo.
Tomó con poco cuidado el vestido negro que descansaba sobre la cama recién tendida, se fundió en él con gracia y lo ajustó.
"Y ahora-pensó- viene la parte más complicada". Los zapatos. Negros, sin duda. Pero esa era su única certeza. Se dirigió decidida hasta el armario y abrió las puertas de par en par. Allí estaba su pequeño pedazo de cielo, una gama de colores obsesivamente ordenada en un estante y otra acromática en el inmediatamente superior. Los vio y fue feliz. Ya no importaba si combinaba con su ropa o su bolso, siquiera con sus accesorios. Nunca le había gustado demasiado los accesorios. Los encontraba inútiles, como de más.
Cerró los ojos y apuntó. Con la uña roja del dedo índice rozó el suave cuero, oyó el chillido agradable del cierre al ser bajado y olisqueó un aroma conocido, aroma a zapato nuevo. Eran sus preciosas botinetas Jimmy Choo con talón abierto y taco incrustado en piedras. Con ellas se sentía más mujer y, sin duda alguna, más alta.
Se pintó los labios, intentando inútilmente hacerlos resaltar en ese mar de pecas. Fue el turno de los pómulos y luego el de los ojos, que maquilló finamente con sombra negra y un haz de blanco, para hacerse notar.
Desde el piso inmediatamente inferior se oyeron tres golpes en la puerta. Típico. Ella se acomodó frente al espejo los morenos mechones sueltos que todavía no había podido controlar y corrió graciosamente hasta la puerta, haciendo resonar contra el suelo el rítmico "Toc, Toc" del que solía gustar. Respiró hondo, tomó el picaporte y giró. Allí, del otro lado, se encontraba la presa de aquella noche:
-Estás como muy arreglada- ella cerró la puerta de un golpe. Nunca volvería a verlo. Sí, ella también se ofendía fácil.

El amor nos pone idiotas.

Llovía. Llovía fuerte, como nunca hubiese llovido antes en esa ciudad perdida del sur. La joven caminaba con el paso cansino, las manos descansaban en los bolsillos de su sobretodo oscuro. Caminaba con la cabeza gacha, con los ojos angustiados. Caminaba para escapar de todo eso que quedaba unas cuadras detrás. Caminaba porque correr no tenía poesía.
Las gotas resbalaban por el poco cabello que había decidido dejarse, y se inmiscuían entre sus ropas, como buscando rozar su piel para enfriarla aún más. Y ella las dejaba.
El sonido de la lluvia tiene un no se qué cautivante, algo que la obliga a escuchar y a mantenerse debajo, algo que hipnotiza y embriaga.
Ella había decidido dejarse llevar por las calles más lejanas, como si eso evitara de algún modo a las masas ruidosas que tenían la molesta costumbre de poblar cada esquina, cada vidriera, un sábado por la noche.
No lloraba, tampoco tenía razones. Simplemente iba como si le fuera la vida en ello, sin pausa, a cada paso más agitada.
Y en la ciudad llovía.

Hay músicos que creen.

Movió un brazo con demasiado esfuerzo. Se notó transpirada, exhausta, con una sensación de resequedad en la boca. Estaba confundida y mareada. Abrió los ojos.
Era desesperante. No se veía absolutamente nada. No podía escucharse otra cosa que el golpeteo de unas gotas contra el suelo. Su mano, la que todavía conservaba, lograba tocar piedras y algunas esquinas, como si se encontrase sobre un pedestal. De pronto, un fuerte olor a sangre inundó su nariz. E inmediatamente después, llegó el grito. Un grito profundo, agudo, intenso, desbordante de desesperación. Duró poco. Unos dos segundos, quizás. Pero eso bastó para poner su corazón en vilo, más vivo que nunca, palpitando enloquecido contra su pecho. Quedose esperando impacientemente, casi llorando. Todas las partículas de su cuerpo se movían de manera frenética. Las gotas de sudor lo perlaban toda la cara. Notó que estaba desnuda.
Un segundo después, la portezuela que se abría hacia la celda se entornó lentamente. Un haz de luz le hirió la retina. Y un cuerpo fue lanzado como si no valiese nada y pesara demasiado.
Con el paso de las horas, la habitación se fue aclarando. Y ella se vio acostada sobre un escalón de piedra gris, con todo el cuerpo despedazado, la sangre seca arrastrándose por las costras. Y notó que ni eso ni el brazo que le faltaba le dolían en lo más mínimo. También notó que con el correr de la noche el frío, el cansancio, el sudor, el mareo, habían desaparecido. Y cayó en la cuenta de que estaba muerta.
Buenas expectativas. Buen horizonte. En dos semanas puedo llegar a tener una muy linda vida. Voy a ir preparando el terreno para lo bueno que espero que me toque.
En general no la paso mal. Algunos detalles de mi pasado, algunos internos, algunos ocultos que todavía no llegué a vislumbrar por entre medio de la enmarañada selva que es mi cerebro. Pero salvando esas cosas, me las arreglo. Quizá la vida es buena y no sabemos verla, quizá soy demasiado optimista. O quizá me estoy mintiendo y por dentro siento una profunda decepción y una tristeza igual de profunda. Pero me mantengo a flote.
Pasé una semana terrible, estaba sumida en una oscuridad espesa y honda que me absorbía cada minuto un poquito más. Pero me voy levantando con las perspectivas de unas dos semanas interesantes que llevan a tres buenisimas. Ojala.
Cero vuelo.

Callate Mamá

Levantó la taza de té con ambas manos y se la llevó a los labios. Un regusto amargo inundó su boca.
-Un día, Beth, verás que el mundo es básicamente malo y dejarás atrás todos los sueños de niña. Escúchame, yo he vivido todo eso y más. Puedo decirte con seguridad que cuando se rompan todas esas ilusiones que llevas dentro, verás la realidad.
-Muérete- comentó bastante más al aire de lo que debería haber sido. De un puntapié lanzó el cenicero que se hallaba sobre la mesita frente a ella, inundando el aire de pequeñas partículas de polvo gris. El hombre vociferó algunas injurias que ella decidió ignorar.
-Eres una estúpida, mujer. Tu esposo debería darte una lección; así aprenderías a dejar estas cosas en manos de los hombres. En el reino de los ciegos, el tuerto es el rey. Y tú sabes que mis ojos están sanos. Puedo controlarlos, Beth, puedo hacerlos mis marionetas. Puedo incluso obligarlos a darte todas sus joyas y así serías feliz.
Una sensación de odio comenzó a crecer en el interior de Beth. Siempre había sido una muchacha independiente y violenta. Esa era su naturaleza. Se levantó de su asiento y comenzó a caminar por toda la habitación con aire felino. Dándole la espalda, y dejándose llevar por su poderoso instinto, comentó:
-Padre, lo siento. Es realmente conmovedor que veles por mi felicidad. Pero allí reside el problema, yo sólo viviría con alegría siendo la emperatriz- y acertó un dardo que había extraído de la diana que se encontraba dormida en la pared en el iris del hombre. Luego, echó a reír.

Como si tuvieras frío.

Ya no creo en el miedo. Eso sólo una sensación. Terrible, pero una sensación al fin. Es algo con lo que los demás, los que no tienen fuerza, intentan robarnos la nuestra.
Hoy otra muerte pesa sobre el pueblo, una muerte que deja más de un alma rota y varios cerebros retumbando.
Hoy decido decir basta, todos deberíamos decir basta.
Dije bien: Solo tengo que arreglar los asuntos pendientes antes de seguir. Pero que ganas de escaparme de los problemas que nunca llegué a resolver. Necesito un bastón, algo donde apoyarme. No puedo solita conmigo y mi pesar. Mañana va a ser un gran día. No lo duden. Es el día que marca si mi vida sigue o si se estanca. Que asco.
Pienso es un cuchillo corriendo suave por mi piel y me calmo. Eso me basta. Llevarlo a la realidad ni lo pienso.

Ironías de la vida.

Plin! "Nuevo mail de Facebook", leí. Abrí confiadamente una nueva ventana para entrar a la página y ver que comentario me esperaba en mi perfil. Esperé unos segundos a que se cargara y allí los vi. Nunca más obvio, soez, irónico. Parecía reirse de mi:
"A ella (decía en azul chillón) y a él les gusta..."
El resto no importaba. Mis ojos no podían despegarse del Ella y Él que tenía delante de mi. ¡Fue tan real! Demasiado.

El sueño.

Ahora te pregunto algo, ¿Alguna vez me dijiste tu verdad? ¿Alguna vez fuiste sincera al decirme "te quiero"? Cuando me susurrabas dulzuras y nostalgias al oído, me dabas amor en forma de abrazos y té, ¿Mentías? La vida sigue, y yo con ella. Pero te amo, Ángela.

Construcción.

Ya sé que soy rara. Especial, digamos. Hace mucho tiempo que me busco, sería hora de ir encontrándome. Y como no tengo una mejor manera de empezar que explicando un poco de lo que tengo en el alma, voy a hacer eso. Sin trabas, quizá. Sería lo mejor.
Me gusta la buena música. Las canciones con metáforas. De amor, para qué mentir. A veces, cuando estoy muy triste, un tema bien elegido puede tirar sal a las heridas o ponerle una curita.