Otro título.

Y ellos charletearon toda la tarde tomados de la mano como dos viejos amantes que más que amantes son amigos. Se miraron a los ojos y rieron y él le enseñó su alma vaciada sobre una pequeña libreta amarilla con elástico.
A ella le gustaba leerlo de esas hojas maltrechas de palabras sucias de carbón pintadas. No tanto por la poesía sino por lo que eso significaba: confianza.
Y él le acarició el pelo varias horas, ensimismado, mientras ella leía y leía y sentía.
Pero cerca de la noche, se despidieron. Él iba al encuentro de un amigo. Ella, de hojas en donde la historia es más importante que el amor.
Y se fueron olvidándose la libreta amarilla llena de recuerdos. Ella vio que se había olvidado la parte de "amantes" varias noches atrás.
Yo me tengo que pegar una panzada de Galeano antes de aprender a escribir. Me muerde el alma y, si no, hago todo mal.

Clasificado.

Busco hombrecito de pelo negro y corto, aro en la oreja izquierda, alto, flaco, ojos verdes y rojos y marrones, que se quedó dormido en el segundo asiento de la fila de dos el día lunes a las diez treinta mientras leía Verne. Agradecería cualquier información.
Atentamente, la petisita que ya había preparado un papel con su número de teléfono y que dejó pasar su parada para bajarse con vos y terminó bien lejos bien tarde.

Cortazar.

Discurso del Oso.

Soy el oso de los caños de la casa, subo por los caños en las horas de silencio, los tubos de agua caliente, de la calefacción, del aire fresco, voy por los tubos de departamento en departamento y soy el oso que va por los caños.

Creo que me estiman porque mi pelo mantiene limpios los conductos, incesantemente corro por los tubos y nada me gusta más que pasar de piso en piso resbalando por los caños. A veces saco una pata por la canilla y la muchacha del tercero grita que se ha quemado, o gruño a la altura del horno del segundo y la cocinera Guillermina se queja de que el aire tira mal. De noche ando callado, y es cuando más ligero ando, me asomo al techo por la chimenea para ver si la luna baila arriba, y me dejo resbalar como el viento hasta las calderas del sótano. Y en verano nado de noche en la cisterna picoteada de estrellas, me lavo la cara primero con una mano, después con la otra, después con las dos juntas, y eso me produce una grandísima alegría.

Entonces resbalo por todos los caños de la casa, gruñendo contento, y los matrimonios se agitan en sus camas y deploran la instalación de las tuberías. Algunos encienden la luz y escriben un papelito para acordarse de protestar cuando vean al portero. Yo busco la canilla que siempre queda abierta en algún piso; por allí saco la nariz y miro la oscuridad de las habitaciones donde viven esos seres que no pueden andar por los caños, y les tengo algo de lástima al verlos tan torpes y grandes, al oír como roncan y sueñan en voz alta, y están tan solos. Cuando de mañana se lavan la cara, les acaricio las mejillas, les lamo la nariz y me voy, vagamente seguro de haber hecho bien.
"La adquisición de conocimientos hace que nos acerquemos a la verdad. Cuando se trata del conocimiento de lo que se ama, y en ningún otro caso." S. Weil.

A través de mí.

Hoy me entretuve con digresiones poco interesantes y más bien bajón. ¿Que por qué? Bueno, porque me pasó algo lindo y si no, me aburro.
A ver, lo lindo, lo eso, fue más o menos que tuve una noche a oscuras, con banda sonora (otra vez, y muy afortunada, como la anterior). Una oportunidad que no podía desaprovechar. ¿Cuántas veces le pasa a una la situación más adecuada? Y por sobre todo, ¿Cuántas veces me pasa a mí? Porque yo, en mi vida pasada, debo haber sido una perra. Y me están cobrando todas las deudas ahora.
Por otra parte encontré, también ayer, la Fierro del mes pasado. Me la perdí por problemas monetarios/financieros. Pero estaba ahí, asomando entre tímida y picara, desde abajo de una pila de otras cosas no necesariamente interesantes. Bendita coincidencia que hizo que me comprara, horas antes, la del mes que corre. Pude entender mis historias.
En ese manjar de lectodibujos encontré una fracesita por demás acertada y muy, muy, feliz. Me hablaba a mí. Sí, decía Dora, pero no importa. Minaverry me estaba hablando. Está bien, Señor. Voy a hacerle caso.

Ciclotímica.

¿Y si puedo?
No me voy a contentar con esto. No puedo, no debo. Y ya sé que tengo mis capacidades.

"Soy un tipo serio y centrado. Pero me parece que te clavo 24 besos por segundo.
Fin del comunicado."

Gracias por la inyección de autoestima.

Yo me quiero ir, nada más.

Quiero llorar porque se me llena la garganta de lágrimas y los ojos caen, caen bajo, caen lejos.
No puedo dar un paso adelante si tengo al monstruo tirándome de los talones. Y no puedo dar un paso adelante si tengo una enorme pared enfrente.
Otra vez, como el pasado julio, no tengo fuerzas para levantarme. No tengo con quién contar. Conmigo misma, por supuesto que sí, pero no me sirve de nada. Los amigos están, la pareja existe.
Pero me falta una mochila al hombro, el Lobo y mil pasados que no son el mio.
Voy a soñar con el amor, por fin, amor del bueno. Dios, nunca me dieron eso. Lo único que me queda es un tallo seco, henchido de espinas que me desgarran.
Y si me voy, es para correr y esconderme de los recuerdos que me generan las esquinas, para no tener miedo de cruzarte en el colectivo, para dormir en una cama en la que no nos acostamos juntos, para pintar el cielo de otro color.
Quiero girar loca en un campo amplio, con polleras, donde no me duela el cuerpo por el frío ni el alma por la soledad. Caminar despacito por gusto. Caminar para donde tenga ganas.

Pero si el capitán Beto se perdió triste... ¿Qué queda para mí?

Payasito.

Siete meses de vacas gordas.
Siete meses de vacas flacas.
Nostalgias, de Cobián. Como anillo al dedo.
Y yo me preparo para vivir aunque el monstruo ese de los ojos locos me ataque de abajo. Y me tironee, me muerda, me sacuda, me arrastre.
Me preparo con nueva banda sonora. Esperando ir con un lobo herido a cuestas, tan herido como yo.
Él debe saber que le escribo continuamente.



Tic, tac. No me querés más.