Yo me quiero ir, nada más.

Quiero llorar porque se me llena la garganta de lágrimas y los ojos caen, caen bajo, caen lejos.
No puedo dar un paso adelante si tengo al monstruo tirándome de los talones. Y no puedo dar un paso adelante si tengo una enorme pared enfrente.
Otra vez, como el pasado julio, no tengo fuerzas para levantarme. No tengo con quién contar. Conmigo misma, por supuesto que sí, pero no me sirve de nada. Los amigos están, la pareja existe.
Pero me falta una mochila al hombro, el Lobo y mil pasados que no son el mio.
Voy a soñar con el amor, por fin, amor del bueno. Dios, nunca me dieron eso. Lo único que me queda es un tallo seco, henchido de espinas que me desgarran.
Y si me voy, es para correr y esconderme de los recuerdos que me generan las esquinas, para no tener miedo de cruzarte en el colectivo, para dormir en una cama en la que no nos acostamos juntos, para pintar el cielo de otro color.
Quiero girar loca en un campo amplio, con polleras, donde no me duela el cuerpo por el frío ni el alma por la soledad. Caminar despacito por gusto. Caminar para donde tenga ganas.

Pero si el capitán Beto se perdió triste... ¿Qué queda para mí?

1 comentario:

Búho dijo...

La libertad está al alcance de nuestras manos, aunque no al de nuestros ojos. Las cosas que están tan cerca no se ven. Ese campo está al lado tuyo, sólo tenés que cerrar los ojos y dar un salto de fé.
Ya sé que soy reiterativo, pero también sé que te voy a convencer