El más dulce de los problemas.

Duele, aunque lo diga bajito. O aunque no lo diga. Duele que no pienses en mí. Duele aunque lo soporte, me preocupe, teclee despacio y sin fuerza porque en realidad no quiero teclear nada, quiero tomarme un tren o ir caminando si hace falta, para verte.
Somos algo. No sé qué, no sé nada. Me confundís con tus idas de cordero.
Y ambos sabemos que necesito un abrazo y que necesitás un abrazo. ¿Porqué no nos lo damos? Que barrera idiota la de la distancia.
Es curioso como te conocí. Una nunca espera encontrarse a su cien por ciento en la otra esquina.

Paz, cuando era. 25/08/2010

Me gusta saber que con el paso de los días mi almita se llena más de felicidad, comprensión, buenos recuerdos y salud. Me gusta verme mejor, con la sonrisa guardada en un frasquito pero no porque no puedo usarla o me la roban, sino porque siempre, pero siempre, tengo una de repuesto.
Me gusta ir dejando atrás al miedo, al miedo malo que me muerde los talones y las ideas, que tiene ojos saltones y cara de maniático. Y lo pinto así sólo porque ya no me sigue tan de cerca, que sino es el monstruo más temible.
Es agradable verme sin los antiguos miedos, sin las persecuciones, sin los agravios, la vergüenza, la violencia, la muerte que llevaba marcada en el pecho y que se me tatuó en el cuello. Nunca voy a olvidarme de lo que hiciste. Arruinaste la relación de dos mujeres que podrían no haberse conocido nunca. Me arruinaste el pasado, porque ya no voy a poder mirar para atrás sin que la cosquilla tenebrosa que me causa que tu presencia se avive y me traiga lágrimas a la vida, aunque sea de noche cuando nadie me escucha ni me ve ni me siente. Porque yo era terriblemente infeliz antes y ahora mi felicidad me da culpa porque es tan perfecto que a veces tengo miedo (y otra vez con el miedo) de que se me rompa el castillito de cristal en el que vivo y yo me caiga a un pozo tan profundo que, como dije una vez, tenga que arrastrar mi cuerpo hasta no tener más sangre, tenga que romper la piel de mis manos y hacerme migajas para subir.
Pero después me acuerdo que ya estuve abajo. Y ahora estoy arriba. Y es demasiado probable que vuelva una vez más a mis orígenes. En todo sentido.
Y ahí vuelvo a ser feliz sin restricciones, al lado del hombre que amo, intentando no en vano alejarme de los que me hacen mal, de cambiar, de vengarme. Y sí, algún defecto tenía que poner.

La noche I

No consigo dormir. Tengo una mujer atravesada entre los párpados. Si pudiera, le diría que se vaya; pero tengo una mujer atravesada en la garganta.

Mañana.

Me calzo las botitas marrones del Doctor Martens. Un gorro, por supuesto. En la mochila, no mucho más que la cámara y el aerosol.

Vamos a escribir frases por la ciudad. Yo propongo al Dios Diablo. Mi letra desordenada, más parecida a un cronopio que a un alfabeto, va a inundar pequeños rincones sureños del fin del mundo. Va a morder transeúntes desprevenidos con los dientes recién hechos.

Él puede ganarme una discusión. Y, por eso, lo dejo pagarme el café.

Ritual del cuerpo, ritual del alma.

Hoy voy a hacer mi ritual de recuperación. De limpieza. Ya lo hice antes, cuando no dolía nada. Esta vez es diferente. Lo necesito.
Encontré tus cosas, la felicidad que yo vivía. Vos nunca fuiste feliz conmigo
Hoy voy a embeber los papeles en dolor y los voy a encender. Voy a verlos ardiendo. Disolviéndose en un Humo tan mío como vos fuiste alguna vez.
Es decir, nada.

Garúa.

"Hace frío", pensó. "Y pronto va a llover". Se fundió en el sobretodo violeta y apretó el paso. Ya sabemos que el invierno en Londres puede ser cruel.
Su pronto no se dejó esperar. Una gota ínfima le mordió la nariz. Otra, la nuca. Una tercera, el ruedo del pantalón. Y estaba muy lejos de casa.
La lluvia puede ser muy hermosa o muy hija de puta. En este caso, se cumplía la segunda condición.
René corrió un poco, pero se dio cuenta de que no había cambios, o se cansó, o tal vez las dos cosas.
Era de noche, muy oscura por cierto, sin estrellas.
Callecita va, callecita viene, encontró a un hombre solo. Se puso a su lado y le habló en perfecto inglés:
-Terrible noche, ¿No es así?- y el desconocido le dijo, en un inglés muy defectuoso, que no hablaba inglés.
-Eso es obvio. ¿Español?- el hombrecito afirmó con la cabeza. Se contaron sus procedencias y sus planes. Y, no muchos portales más allá, estaban besándose enloquecidos, buscando sabor a uruguayo en sus bocas.
Buscaron una habitación; es sabido que en Latinoamérica el amor es bueno y en verdad vale vivirlo.
Ella se sacó la ropa mojada y la estiró en la cama. Él besó su cuello y su cuerpo y se amaron como se aman los desconocidos, con fuego y miedo.
René despertó sola en una cama de hotel. Ya no llovía en la ciudad.
Ya sabemos que un hombre en Londres puede ser muy cruel.

¿Sabés que me pone muy feliz? Cuando se me presenta el pasado de la forma más amigable que conozco, en forma de hombre.

Cualquier persona que diga conocerme tiene que, por respeto, saber al menos sobre una cosa mía: Mis habilidades para jugar con la memoria.
Tenemos una relación amor-odio, porque ella se niega a sostenerme casi cualquier recuerdo. Cuando me olvido de mi aniversario en pareja, me odio. Cuando me olvido de lo que hubiera sido mi aniversario, ahora soltera, nos amamos locamente.
Es como si ese guardián pusiera un velo gris ahumado sobre todo lo que alguna vez toqué. Los recuerdos lindos no arden con el fuego loco de lo hermoso. No cortan tampoco las memorias de hielo y viento.
Y es gratificante verme tanteando en el trastero de todo lo que una vez fui sin añorar nada. Y es gratificante rozar el dolor con la yema dulce de los dedos y pensar: "Gracias, ya no duele tanto".
No te vi, pero imaginemos que sí.
Me noté el corazón acelerado, los labios abiertos, las palmas apretadas, el pecho a punto de estallar, las ideas locas y revueltas, los ojos entrecerrados y risueños. Me noté volando bien alto, con los globos, allá lejos en donde ni las garras tiran y la gravedad funciona.
Necesito un beso.

¿Vocabulario? No, gracias. II

Uma, la triste, bohemia, bucólica Uma se sacudió las ropas de estudiante secundaria.
Se las quitó, se hundió en un sueño profundo que le duró varios meses.
Cuando despertó, vio lo que era la vida y reemprendió el viaje.
Se supo valiosa, quizás (y siempre quizás), apta.
Entró al arte por la puerta delantera, altiva, con cara de asco y superioridad, que es lo mismo. Se encontró desarmada, porque no tenía idea de fotografía, la pobre. Pero supo que, en algún lugar, todavía estaba el profesor insatisfecho y el compañero mediocre.
La descolocó el nuevo hábitat. Se sintió fundida en la sillita, en el cuartito, en el pequeño mundo.
Y fue feliz en su infelicidad.
Si hay algo que me molesta mucho, es que mis gatas se le cuelguen a mi ratón. Me pone furiosa, rabiosa, violenta, loca de ira. Pero todo esto desencadena, casi al instante, un salvajismo que creía extinto. Salvajismo que muta, casi por completo, a la más desesperada pasión.
Y, de pronto, nada es complejo, mis instintos brotan sin barrera que los detenga (o sí, pero vienen tan locos que se llevan por delante lo que sea), y yo puedo gritar que te odio, que no me importa nada más que esta vida nueva, que el gurí me salvó y se merece la recompensa que le quiero dar.
La vida es muy perra, yo soy muy perra. Tanto que quiero hacerle mal a los que me hicieron mal. Pero también quiero hacerle bien a los que me hicieron bien.
Ahora me tengo que cuidar porque me lee el Gurí.
Lindo, fundirme en tus brazos.

Le nacen cosas en el corazón, cosas que no puede reconocer. Se deja enamorisquear. Tiene un lunar en el tobillo.
Miranda mira el mundo sin ver. Rebosa felicidad, se entromete por los poros, y todo alrededor se llena de luces locas. Luces que rozan, lamen, se apoyan, escurren y revuelcan.
Miranda está bien. Por fin.

Es esa tan conocida sensación de volver a empezar. Me asalta descuidada en un rincón, y yo, que quiero prepararme para saludarla, no puedo.
Hoy llegó de sorpresa. De muchos planes, diría. De buena vida, ésta que me toca ahora vivir.
Y la tarde de lluvia pasó, pero no es invierno. Las cosas no se terminan tan rápido para mi.

Extrañamente te amo, extrañamente me odio. Extrañamente puedo creerme y creerte y creernos invencibles para cambiar de opinión un segundo después y pensar: "Alguien invencible cae, pero cae poco". Y yo sé que caigo más.
Cuando el telón se abre, uno puede ver y entender la historia que cuentan los actores en base a la percepción que se tiene en el momento de ver la obra.
A veces no, pero a veces sí, un espectador se cuela tras bambalinas, con una mirada entre picara y curiosa, y observa y huele y saborea cada movimiento de los actores, ahora personas o no, más actores que antes, sabiendo que su visión no es la única visión, y que la del autor es quizá más importante que la de él.
Ahora entiendo. Antes sólo suponía.

Hacé de cura.

Buenas noches, Gurí. Dulces sueños.
Ojalá pudiera acompañarte en esa cama que me contaste hoy, con los ruidos de la noche molestándome en los oídos.
Ojalá, esta vez, rompa los anillos del tiempo, las sogas duras que atan mis decisiones.
Ojalá, esta vez, no quedes en un párrafo triste, en un libro olvidado, en una mente enferma y roja.

Gurí, me salvaste de una tarde fea de recuerdos. Pero te faltó agarrarme de la mano.
La próxima, sí te escribo. Aunque acá lo tenés.

Soñar.

René vive un una burbuja. Es tan, pero tan chiquita, que un día lloró un rato y no puedo respirar.
Entonces sacó una aguja de su costurero y la pinchó.
René, que es muy tonta con eso del amor y los recuerdos, guardó su morada hecha un bollo en el morral y se la llevó. Ella estaba durmiendo contra la corteza de un árbol cuando alguien tiró de su almohada, que venía a ser el bolsito, y René abrió los ojos.
No creyó en lo que veía hasta que volvió a besar los labiecitos tibios que ya la habían besado una vez.


Dejo de hacer cositas con miedo, creo que puedo volver a mi normalidad.

Mi lista roja.

Apunten, señores.
Con rulos, sí, que todavía no me quito el vicio.
Un poco bohemio, un poco bucólico. Bien culto, argumentativo pero buen perdedor.
Que, por fin, le guste leer, mi música, mis actos, mis planes, mis promesas, mis maravillas.
Que acompañe, aguante, ayude. Que ame.
Eso necesito ahora. Ni pensar en alguien del pasado. Exceptuándote.
Bah... pensándolo mejor, con todos los requerimientos, ¿Quién va a apuntar?