Entonces sacó una aguja de su costurero y la pinchó.
René, que es muy tonta con eso del amor y los recuerdos, guardó su morada hecha un bollo en el morral y se la llevó. Ella estaba durmiendo contra la corteza de un árbol cuando alguien tiró de su almohada, que venía a ser el bolsito, y René abrió los ojos.
No creyó en lo que veía hasta que volvió a besar los labiecitos tibios que ya la habían besado una vez.
Dejo de hacer cositas con miedo, creo que puedo volver a mi normalidad.
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