¿Sabés que me pone muy feliz? Cuando se me presenta el pasado de la forma más amigable que conozco, en forma de hombre.

Cualquier persona que diga conocerme tiene que, por respeto, saber al menos sobre una cosa mía: Mis habilidades para jugar con la memoria.
Tenemos una relación amor-odio, porque ella se niega a sostenerme casi cualquier recuerdo. Cuando me olvido de mi aniversario en pareja, me odio. Cuando me olvido de lo que hubiera sido mi aniversario, ahora soltera, nos amamos locamente.
Es como si ese guardián pusiera un velo gris ahumado sobre todo lo que alguna vez toqué. Los recuerdos lindos no arden con el fuego loco de lo hermoso. No cortan tampoco las memorias de hielo y viento.
Y es gratificante verme tanteando en el trastero de todo lo que una vez fui sin añorar nada. Y es gratificante rozar el dolor con la yema dulce de los dedos y pensar: "Gracias, ya no duele tanto".

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