Suaves labios,
Dulce pecho,
Bella caída de tu entrecejo.

Tienes alas en tu angosta espalda,
Tienes sedas por patricio habla.
Tienes, como pocos tenemos,
Un mundo de delicados sueños.

Pequeña hadita
¿Vendrás a mi encuentro?
¿Podré encontrarte en mis noches de desvelo?
La luna está llena de gatos. Me acompaña la musica, me ama lentamente mientras saboreo una copa de licor rancio y barato. Tengo que dejar de esperarte.
El tiempo de Mariela se divide en porcentajes. ¿Cuáles? Y bien, depende de la situación.
Mariela está de novio, esta en la secundaria, tiene dos mejores amigas, varias amigas y varios amigos mas o menos buenos. La familia de Mariela está lejos, los extraña, habla con ellos. Mariela tiene uno o dos pretendientes que saben que tiene novio y no les importa. Y a Mariela la enloquece otro chico, pero no va a pasar nada porque, como dijimos, tiene novio. Ella no se va a casar nunca, dice. “Quizá formar una familia en pareja, sonará inestable pero por lo menos no nos ata nada”. Es mentira. Ella, si la estabilidad no se la dan otros, la pierde. Por eso busca amigos, novio, consejos, libros, música, lo que sea que la ayude a estar un poco mejor.
Ama los pequeños placeres de la vida, la lluvia, el sol en el agua, los reflejos, el olor a café, a pintura, a libro nuevo. Y, aunque parezca raro, ama estar triste. Saca lo mejor de ella. Ver como un tren desaparece entre la niebla es como una oleada de poesía en ella.
Es fatalista.
No quiere que el dolor se le pase, porque así no se puede expresar. Contenta no dice nada.
“Si lo que te dicen es malo, mejor ni escucharlo, ¿No?”
Mariela siempre, pero siempre, ve lo mejor de las personas. A veces se da cuenta tarde de que cometió un error, a veces no se da cuenta.
Mariela piensa que siempre es mejor tener un respaldo, para no caerte. Y también piensa, esta convencidísima, que en el amor se pierde, se gana, se empata. Pero ante todo, hay que estar vulnerable, no importa si te joden, porque total te enamoraste y es un riesgo que hay que correr. Cree con convicción que los manuales no sirven, si al final las cosas no las haces en frió, y te equivocas. Odia a los hombres por lo que le hicieron, a casi todos.
Mariela sabe que cuando su vida este mas o menos armada, va a seguir estudiando. Mariela imagina, cuenta, ríe, miente.
Odia el cinismo, aunque lo practica con periodicidad.
Mariela tiene ganas de un proyecto. Largo, complicado, rarísimo. Pero es su proyecto y lo quiere hacer, terminar y usar cuando lo necesite. Sí, empezar, lo va a empezar. Pero ni terminar ni usarlo, no es tan ingenua.
Mariela escribe: Si alguna vez me llegas a engañar, a vos, que te amo, no te lo voy a perdonar, por más que te quiera. Porque si me engañaste es, o porque no me querías, o porque cometiste un error que a mi me lastimo. Y si no pensas en lo que me va a lastimar en un momento, ¿Por qué vas a hacerlo en otro? Y si vos me dejas por otra, o por que queres, pero días después estas con ella, no me voy a mostrar herida, por que ganas vos.
Mariela ahora está herida. Pero se mantiene, no sabe bien como. Es como un pajarito con el ala izquierda rota, tratará de mantenerse un rato en el aire, pero tarde o temprano va a caer. Y cuando lo haga, es mejor tener donde hacerlo.
Mariela espera que un día llegue un príncipe, no necesariamente azul. Y que ese príncipe la llame René, Miranda, Ella, Uma.
¿Qué por qué te digo esto? Principalmente porque puedo, porque decírselo a una persona sería casi cometer suicido emocional. Yo sé que no me juzgas, que estas acá cuando quiera, si te llevo conmigo te tengo al lado, no tenes nada mas que hacer excepto escucharme a mi. Y no podrías criticar cada cosa que digo, no me das consejos que nunca usarías. Y sé que nunca me traicionarías salvo que yo me traicionara primero, que no podrías esconderme cosas, que no me mentirías y que serías amigo siempre y cuando yo te dijera la verdad (o no, creerías todo lo que te digo, demasiada inocencia blanca bajo tu piel) ¿Qué me cansaría de decir las cosas y no recibir respuestas? No lo creas, mi pequeño amigo. Por ello te busco, porque no quiero que comentes nada de lo que digo. Para eso, sí, están los otros. ¿Te podrías considerar un borrador de lo que tengo que decir? Exactamente. Eso eres. Un simple borrador. Pero recuerda que los mejores artistas empiezan por un borrador. Sin ti, mis ideas escaparían por los pequeños agujeros que tiene mi cabeza y no podría inmortalizarlas. Pobres, ellas no entienden su cruel destino sin mí. Y sin ti, por supuesto. En cambio, cuando me ayudas a guardarlas por un rato, estas cumpliendo un papel mucho más importante que el que podría cumplir cualquiero otro.
Si supieras lo triste que estoy, si supieras que necesito desesperadamente un abrazo, no puedo estar un segundo mas esperando como una idiota, sentada frente al espejo mirando como resbalan las lagrimas por mi cara demacrada de dolor. Ayudame, acercate, mirame a los ojos y decime que me vas a llevar lejos y que no me vas a dejar pensar nunca más.
La cuidad despierta abrazada a un ruido blanco que asemeja nieve. En manchones, el sol toma revancha, roba minúsculas gotas de barbarie asesina y sublime. Todo tiene un color… ¿Cómo decirlo? ¡Magnificente!, ¡Encantador!, ¡Eterno!
Ya no la extraño. Acepto que se fue. Y aun cuando me digo que no es así, tengo la culpa. Sí supiese como sucedió todo, estaría más tranquila. Pero todavía guardo la duda. Un día, querida, podré reemplazarte. Pero dudo que sea tan fácil como me dicen. Esperaba pasar el resto de mi vida contigo, y a ti, te llevo la muerte. Lastima, tenía planes. Planeamos para no morir, ¿Qué te llevó a dejar tu vida tan fresca, llena de tinta? ¿Qué te llevó a abandonarme? ¿Y a fallarme de esa forma? Ya no te extraño, no puedo hacerlo más. Demasiada sangre en mis manos, demasiada culpa en las tuyas.
Eso me lo decís ahora. “Chau”, decís. Y no te creo nada. Vas a ver que no podés. No es que no crea en vos, pero no cambias. Ya sabés, paso una, dos veces. Ahora es rutina. Ayer me dijiste que sí, un rato más tarde estabas dudando. Pasó la noche, llego el día y con él, una decisión que no te crees ni vos. ¿Osito? Adorable, gracias, pero tengo garras. Y no me toques el corazón una vez más porque las voy a usar todas contra el tuyo. Entiendo que no sabés qué decisión tomar, pero no te aproveches de que estoy mejor. Bah, recuperarme puedo. En realidad no lo necesito. Pero la próxima vez que me digas que me querés, gritamelo, por ahí no te lo creo.

Te pedí una vuelta más y me la diste. ¿Quién hubiese pensado que no lo hacías por mí?
Cae el sol sobre las medianeras. Yo, sentado a la sombra de un viejo cogñac, la espero. La espero porque la amo con su paso presuroso, su sonrisa conservada tras un velo de dulzura. Su traje, hermosamente corto, la aguarda todavía sobre su cama. Creo necesario otro trago más, cariño.
Ella ya no pasa por mi pórtico. Es un hada de la luna sin alas. Tampoco yo la espero, ¿Valdría la pena esperar?