Cae el sol sobre las medianeras. Yo, sentado a la sombra de un viejo cogñac, la espero. La espero porque la amo con su paso presuroso, su sonrisa conservada tras un velo de dulzura. Su traje, hermosamente corto, la aguarda todavía sobre su cama. Creo necesario otro trago más, cariño.
Ella ya no pasa por mi pórtico. Es un hada de la luna sin alas. Tampoco yo la espero, ¿Valdría la pena esperar?

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