Es asombroso cuando me estremezco con solo recordar

“Las estrellas estaban correctamente posicionadas. La noche, clara y fresca. Todos alrededor, expectantes. Debía nacer en ese instante. Unos minutos después sería demasiado tarde.
El primer quejido del recién nacido llegó una hora antes de la media noche, y tres minutos después de lo que hubiera sido conveniente. En la sala reinaba un silencio torturante, esperaban la primera palabra como si les fuese la vida en ello. Todos permanecían inertes, excepto la niña, que se revolvía inquieta en su cunilla de oro y gemas.
-Su vida será tormentosa, Su Majestad. Lo lamento- dijo Hergaf.
Nadie habló en el reino durante diez días...