Por eso, no has de extrañarte si, alguna noche, borracho, me vieras pasar del brazo con quien no debo pasar.

Me confundís, petiso.
¿Qué se supone que yo tendría que entender de todo este jugueteo intenso pero sólo lúdico?
Ains... Otra marca más en la pared.

Sobre el abismo.

Medio segundo de pensarlo y ya me doy cuenta de que estuvo mal.
Entre mi bendita compulsión a la repetición, entre la compañía y las no-ganas reales... bingo.

Que no se vaya nunca el eco de los bombos.

Viviendo en blanco y negro. Camino entre lineas. Soy un poco abstracta, un poco cubista. Muy expresionista.
Sueño en Sol Fa.
Sigo a rajatabla la Doctrina del Amor Natural.
Qué te pasa, pierrot, que andás con la sonrisa dada vuelta.
Hoy me enamoré en la calle de un payasito que jugaba a ser un nene. Tenía el pantalón lleno de remiendos, la nariz pintada, el pelo locamente armado en un abanico rojo. Pero me llamó la atención la boca enorme, la cara de feliz cumpleaños, los ojos ricos de alegría.
Me di vuelta y me fui caminando despacito. Una lástima, debería haberle dicho algo.

Losing you is like somebody just turned all the lights off

Si hay alguien del que nunca voy a desenamorarme es del Reaccionario. Era, por suerte, perfecto y lejano. Jamás va a decepcionarme porque es un dios humano, por eso suave e intocable.
Es una invocación constante.
Todos saben lo probable que es que lo habitantes de ambos mundos se crucen: Yo lo viví en carne propia. Un día de locura le pregunté como no se daba cuenta de que me volvía loca. Creo que me desmayé con su respuesta.
Pasó el tiempo y volvimos a vernos, empapados, igual, de algo parecido a nada. Nunca me planteé qué éramos. Tampoco nos llevabamos muy bien, y por eso es un beneficio el cartel de platónico colgado en su cuello.
Sí... Esta noche voy a soñar con vos.

Purasangre.

Me acuerdo que andaba caminando sola, y eso que nunca camino sola de noche. Me da miedo (y con razón, veo ahora) de que algo me ataque.
Hasta hace poco, siempre pensé que eran ideas irracionales mías. ¿Qué podía esconderse con el simple objetivo de esperar a que pasara para abalanzarse sobre mi cuerpecito tibio, palpitante? No, no podía ser. Y menos por el bosquecito por el que andaba.
Por eso me manejaba tranquila, con los ojos casi cerrados por la fría ventisca que se empeñaba en tirarme pinocha a la cara. Estaba muy oscuro, recuerdo. Yo paseaba pensando en cosas un poco tristes, como casi siempre; con frío, como casi siempre.
"Plic". "Pájaros". Alcé la cámara. Me volteé muy lentamente, con la intención de poder capturar alguna imagen, por simple que fuese. Digamos que nunca hago fotos demasiado trabajadas.
Pero no, ni pájaro ni araña ni nada. Podría haber sido yo misma, incluso. No me preocupé.
Dí unos pasos más y, de vuelta, ruiditos a mis espaldas. Pero todos saben que yo no me volteo más de una vez y menos si es algo poco interesante. Maldita la hora en que me planteé ser así.
Sentí un golpe fuerte en la cabeza y el cuello. Y un poco en el pecho, si no me equivoco. Pero todo es tan borroso, no podría diferenciar muy bien lo ocurrido con lo que fantaseé, por varias razones. Cuando me desperté (porque en algún momento entre los manotazos desesperados y los gritos, caí al suelo inconsciente) estaba amaneciendo. Tenía la ropa rasgada en pequeños pedazos. Hubiera sido sexy si no hubiese estado completamente cubierta de sangre seca. Abrí los ojos con una sensación más parecida a resaca que a dolor físico. En plena confusión, tanteé a mi alrededor. No tenía ni el celular ni la billetera encima.
Me incorporé despacio, no fuese cosa de tener terribles heridas internas y no haberme dado cuenta. ¿Estaría en estado de shock? No dolía.
A unos cuantos metros me pareció ver el morral marrón que suelo llevar. Caminé con cuidado hasta él y revolví en su interior. Ahí estaba la cámara, los hilos del macramé, mis guantes verdes, el enorme buzo que me cubre casi hasta las rodillas. Gracias a dios por ese enorme buzo que me cubre casi hasta las rodillas. Me lo puse de inmediato, ya empezaba a darle más importancia a mis defectos a nivel corporal que a mis heridas. Me colgué, también, el morral.
Fue en ese instante en el que me pregunté que me había pasado unas horas antes. Llevé las manos a mi cara y la acaricié, intentado sentir con las yemas de los dedos alguna marca nueva. Nada. Seguí con el cuello y obtuve el mismo resultado. Me levanté la ropa y observé. Quitando la sangre seca, no había escamas preocupantes. Extrañadísima, empecé a caminar por el sendero que había tomado varias horas antes. Todo seguía en el mismo estado que la noche anterior. Un enorme desconcierto empezó a ocupar toda mi mente, toda mi alma. ¿Qué cosa podía haberme cubierto de sangre sin dejarme ni una sola herida? Tonta de mi, en ese instante no podría haber solucionado el acertijo.
Volví a mi casa. Mamá y papá corrieron preocupados hasta la puerta cuando me vieron llegar. Me preguntaron a dónde había estado, qué hacía cubierta de sangre, si me dolía, si me acordaba de algo. No supe qué responder. Les dije que necesitaba dormir, no me sentía nada bien. Les dije eso y mentí.
No tengo perdón ni excusa.
Sé que no hubiera cambiado nada si en vez de esa noche, el asesinato hubiera sido a las dos semanas o al mes. Pero no puedo sacarme de la cabeza la última imagen que tengo de mis viejos vivos. Preguntándome entre sollozos qué carajo me había pasado. No puedo...
Me desperté a la noche, de nuevo. Desnuda. Supuse que mamá me habría sacado la ropa para que descansara más cómoda. O que me la habría sacado yo entre sueños. Lo que menos me pregunté en ese momento fue eso.
-¡Ma! - no obtuve respuestas- ¡Pa!
Miré la hora en mi celular: 6.37.
Dios, la sangre. Quería bañarme. Me pareció que estaba todavía más cubierta, más sucia. ¿Por qué no me la había limpiado antes? Pero bueno, estaba atónita, pasmada.
Bajé las escaleras con la idea de ir hasta el baño. Que estúpida.
Debe haber sido todo un espectáculo mi cara. Con luces y animadores. Ahí, frente a la cocina, estaba mi papá, acostado como un muñeco, articulado y roto. Bueno, es una forma de decir. No estaba completo. Todo el cuarto era un cuadro de Pollock pero color rojo. Igual de pésimo. Mamá estaba unos metros más allá. No pude ver mucho más porque me atacaron, primero, unas terribles ganas de vomitar, llorar, gritar, morirme. Me senté en el suelo con los ojos cerrados. Otra vez la sensación de resaca, pero mil veces peor, como si estuviera, a la vez, enferma y muy cansada. Me levanté, busqué mi morral y corrí afuera de la casa.
No sé qué parte de mi cerebro me lo gritó en ese momento, y supongo que debe haberlo gritado muchas veces antes de eso, pero pude escucharlo. Algo resonó en mi memoria. Debe de haber sido un cúmulo extraordinario de películas de terror.

Siempre fui habilidosa para encontrar grupos a los que pertenecer. Nunca antes había buscado uno tan particular. Los Purasangre, se decían, y vivían cerca del cause de un río seco cerca de Córdoba. Los miembros se sumaban a menudo. Disfrutaban, como yo aprendí a disfrutar, de convertir a personas normales teniendo sexo con ellas. Es, sin duda, la forma más divertida de crear hombres lobo.

¿Qué tipo de bicho malo sos?

Quiero que esta sea la última vez que sufro. Lo más probable es que no lo sea, pero estoy tan harta de olvidarme que prometo que, si recaigo, la dejo por un buen rato.
Yo soy un poco endeble, ya sé, pero no quiero que me traten como un saco de boxeo ni mucho menos.
Igual, con todo el miedo que tengo y esas cosas feas, me las arreglo bastante bien. Aún con las manos atadas y la cabeza bajo tierra.
Aún con el corazón roto y la mente en tempestad.

En cada esquina.

Ñah.
Lindos besos, los tuyos. Besos de nene enorme, con toda la timidez de tu lado. Y yo buscándote las manos, soy un pequeño asco, pensando en cómo sería andar con vos en otro trámites.
Estuviste presente en mis dos dolores. El primero, sucio y triste. El segundo, dignísimo, de señora mayor cansada de acariciarse las joyas. Pero ahí estabas vos, agarrándome del hombro, rozándome los labios.
Te usé, y mucho. Perdón.
Dos veces, en mis dos infiernos, me salvaste la vida. No, un clavo no saca a otro clavo, pero por lo menos entretiene un rato. Andaba haragana, no podía levantarme sola.
Pero me diste la mano, me ayudaste a correr, a querer.
Después se gastó, como se gastan todos los amores, pero no me dolió verte esa última vez arriba del bondi, saludándome con una sonrisa incomoda. Debés haber pensado que otra vez te dejaba yo. Ironías de la vida, mi amor.
El otro día te vi desde atrás de un té. Caminabas con frío, como si sufrieras cada paso. No dudo que en realidad lo hicieras. Me acordé de todo lo lindo. Y no te deseé más.

Para Buho.

Querido Buho: Hoy fue un día feliz para Humo, o para Luna de Hollín, que viene a ser lo mismo.
No estamos en aquella festividad en la que vos me escribiste a mi y sin embargo te extraño, quizá más que ese mismísimo día, quizás no.
Lloré un poco cuando me dí cuenta de que esos sentimientos incompletos de los que me hablaste te llevaron a escribirme a mi, que tan egoísta soy al recordar una sola persona regalándome su alma en un papel.
Te cuento, querido, que no puedo pensar en vos sin la mochila en la espalda, lleno de Tierra, cansado y feliz. No puedo evocar tu imagen de otra forma que no sea la que yo quiero que se me presente la próxima vez que nos veámos.
¿Te acordás de la buena amistad a pesar de las malas fotos? ¿Te acordás de la voz partida cuando te llamé aquel día un poco fatídico en el que te fuiste? Triste, triste, sentada en el cordón de la vereda viendo como te alejabas vos por un lado y la pelirrojita por el otro, con un pucho entre los dedos y la pollera volando-intentando animarme.
El libro sigue ahí, esperando que a mi mente se le ocurra alguna novedad, pero eso no me pasa nunca. Por eso me cuesta levantar el peso de la mediocridad, por eso busco romperla lo más pronto, lo más violentamente posible.
Dale, en la época de polleras libres, de mar demente comiéndose a la arena entre olas y nenes, vámonos a patear rutinas, embebido vos en tragos desconocidos, yo en malabares esquineros.
No necesito dos alas para volar. La que tengo es simbólica e ideológica.
Si no, iría muerta con la pica. Que a veces sé disfrutar del amor. A veces nomás.
Qué te parece si rumbeamos para el norte en vacaciones.

Es increíble lo fuerte que silbo.

Caigo. Soy boba. Menamoro.
Es tentador enamorisquearme de un segundo al otro y perder la cabeza justo antes de irme a dormir.
Creo que, esta vez, no voy a pecar de ilusa. Digamos que el punto está bien lejos.

Ains...

Aylén. Dejá de masoquearte.
¿Qué es eso de abrir heridas viejas? Revolviendo las fotos te pasaste. Y esa música, ¡Por favor!
¿Qué es lo que te duele? Ya no te quiere pero en este tiempo te quiso otra gente (que tampoco te quiere, pero en este momento lastiman otros recuerdos). No sabés, no. Y sin embargo, ahí está la púa en el medio del pecho, haciendo que respirar no sea amable. Ahí están las esquinas, está la pared escrita -bueno, eso lo tapé al instante, es un avance-, está el cajón lleno de sus cosas, está tu diario rebosante de historias de amor, está él en cada rincón que alguna vez tocamos.
Están los recuerdos.

Esto de que un clavo saca a otro clavo es mentira.

Confesionario.

Ay... Anoche.
¿Qué puedo decir?

Anoche necesité algo cotidiano y no supe qué hacer. Opté por la radio luego de descartar la escritura, el tejido, la pintura, el té. Y dormir.
Entonces busqué un dial de voz amena que aunque no dijera nada inteligente me trajera un poco de paz. Ahí estaba. El hombre soltó que, a esas horas de la madrugada, la radio era un confesionario para el locutor pero ante todo para el escucha. Fue lo único en lo que tuvo razón.

Es de noche en la playa y allá, a unos metros nomás, se termina el mundo.

Yo empecé siendo una petisa petacona pero con el paso de los días fui alzándome cada vez más hasta llegar a tocar el cielo con la nariz.
Con cada metro yo me hacía más alta pero la carne y la piel se estiraban y sabe dios lo que dolía.

Monigotes.

Un novio siempre trae problemas. Que veámonos hoy, que dame acá, que tenía yo.
Pero mi neurosis no entiende razones. Histérica como es (como soy) grita pataleando:
-Buscá pareja- silabea.
-No otra vez. Vos sos más estúpida que yo, eh- le respondo de mala manera. Se da cuenta de que así no va a seducirme.
-Buscá pareja- me ronronea despacio.
No, no voy a caer otra vez. Tontita.