Confesionario.

Ay... Anoche.
¿Qué puedo decir?

Anoche necesité algo cotidiano y no supe qué hacer. Opté por la radio luego de descartar la escritura, el tejido, la pintura, el té. Y dormir.
Entonces busqué un dial de voz amena que aunque no dijera nada inteligente me trajera un poco de paz. Ahí estaba. El hombre soltó que, a esas horas de la madrugada, la radio era un confesionario para el locutor pero ante todo para el escucha. Fue lo único en lo que tuvo razón.

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