Es de noche en la playa y allá, a unos metros nomás, se termina el mundo.

Yo empecé siendo una petisa petacona pero con el paso de los días fui alzándome cada vez más hasta llegar a tocar el cielo con la nariz.
Con cada metro yo me hacía más alta pero la carne y la piel se estiraban y sabe dios lo que dolía.

2 comentarios:

Búho dijo...

Y encima a esas alturas hace mucho frío...

Humo dijo...

Y uno está solo.