De lo mal que me hace revolver cajones.

Leía, buscaba, revolvía, borroneaba. Encontré un par de hojas que hacía rato que venía intentando recordar. Escuchaba a Aristimuño, mientras tanto, y tenía la cabeza mareada de recuerdos. Me puse a leer.
En retrospectiva, sé que fui mala porque no tenía idea de cómo reaccionar. No voy a mentir, me había pasado antes, pero nunca con vos.
¿Cómo pude ser tan fría, si te quise -y te quiero- con todo el alma? Me decías lobo, me decías que me querías y un poco más, quizás, que querías tenerme en las manos y verte reflejado en mis ojos. Que querías cuidar mi corazón para que yo volviera a reír como antes.

No sé de qué forma terminaba la carta porque me inundé de lágrimas, un poco por tristeza, un poco por extrañar. Y además, porque corrí a escribirte antes de que se me escaparan las palabras, que últimamente me quedé sin.
Perdón.

1 comentario:

Búho dijo...

Lo que pasó tuvo su efecto, fue parte de la melodía que desembocó en la partitura de hoy en día. Nunca es realmente malo revolver viejos cajones, pero sí es difícil. Nada se puede dar dos veces de la misma forma, aunque para bien o para mal hay cosas que se vuelven a sentir mil veces.