No se calma la sed con agua marina.

Sobre lo lindo, te decía, he escrito muy poco. Sobre empezar a enamorarse, sobre los primeros besos.
Sobre volver con la ropa empapada y bailando charquitos, borracha de cerveza, con tus dedos en mis manos y tu media sonrisa. Sobre las zapatillas hundiéndose en el barro entre la risa gorda de saberte ahí, cerca, para abrigarme.
Me prometiste mil cosas y quizás no lo notaste. Me pediste el primer beso, tan largamente olvidado, sin quererlo.
No hacía falta que me acompañaras de vuelta a casa. Igual viniste conmigo todo el camino.

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