El corazón pesado como una montaña.

No me importa que sigas supurando poesía. Sé que soy yo la que te la pinta, la que te la salpica.
Hoy volvieron, cabizbajas, las cosas que te había prestado. Volvieron llorando un poco de extrañarte, un poco de extrañarme. Las abracé con fuerza. Pobres, la que deben haber pasado en tus garras. Lo sé porque yo también estuve entre esos dientes y puedo asegurar que duele cuando aprietan.
Pero yo quería ser altiva frente a mis bebés-objeto, y me costó mucho cuando las toqué, porque desprendieron olor a hombre y hace mucho que no me lastima tanto el hecho de que un hombre huela o que me devuelvan mis cosas o que un libro tenga un perfume que no es el mío.

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