Adentro.

Inseguridad.
No de no poder salir a andar en bici porque te la pueden robar.
No de no tener el celular a mano en el bondi porque alguien puede intentar sacártelo.
Tampoco de que sea imposible olvidarse la llave del auto adentro del mismo.
Ni de que la noche este prohibida para pasear a solas.

Inseguridad del alma. Inseguridad que carcome hasta lo más íntimo. Inseguridad hambrienta, loca de ira, furiosa porque no puede encontrar nada más que comer.
Inseguridad que se alimenta de las entrañas. Pero de las entrañas de uno.
No es externa. Se esconde bien adentro, allá en lo más oscuro, y silba.
Un silbido, dos silbidos. Ahí está, pero no se ve. Se intuye atrás de los escombros. Se revuelve con los ojos desorbitados. Todos los monstruos tienen los ojos desorbitados, deberían saberlo.
Sonrisa triste.
Espíritu melancólico.
E inseguridad por todos lados. No del cuerpo, sino del alma.

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