Mirala vos a la hienita riendose de sus maldades. Mirala, ahí, caminando altiva con un pedazo de carne en la boca, otro pedazo de carne nuevo.
Se bambolea, atrayente, como ninguna hiena sabe hacer. Puede llamarte sin llamarte, podés ir sin ir. Pero de una u otra forma, va a hincarte un diente hasta que te desangres, despacito despacito, y caigas en sus garras de persona, de diva, de asquerosa mujer.
Pero cuidado, en el reino animal hay otras especies peligrosas. Como yo.

No hay comentarios: