Oleos.

Me acuerdo de que, hace un tiempo, pensé que se me había volado el amor de nena que siempre tuve. Me quedé vacía de luz, de crayones, de caramelos media hora.
Me quedé ciega y tuve que tantear con las manos otras manos hasta que me dí cuenta de que era inútil contar garras.
El Lobo me sopló las pestañas y volvió la luz, los crayones y los caramelos. Entonces volvió el amor de nena que pide que le cuenten una historia para antes de dormir, que le bajen las persianas, que la hamaquen y le besen las rodillas llenas de pasto y sangre.

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