Mirá alrededor.

-¿Le ponés azúcar al té?
-Sí, es una mala costumbre, pero desde piba lo hago. Hay cosas que me cuesta dejar.
-Me contabas...
-¡Ah, sí! Bueno, entonces ese día no, el siguiente estábamos todos en mi casa, y salió con otro comentario agudo que lo único que buscaba era eclipsarme. Vos sabés que aunque me cueste yo tengo la manía de escribir todo. No puedo controlarme casi. Entonces se la dejé pasar, como siempre, pero por adentro me estaba quemando viva. Entonces me levanté y me fui a la cocina, agarré una hoja que tenía por ahí y le escribí esto- se levantó del sillón y se acercó a su cartera. Revolvió unos segundos su interior y extrajo un papel mal doblado con inscripciones en naranja del lado exterior. Lo desplegó y comentó- todavía no se lo dí, leelo - y extendió el brazo con la carta. La ojeé en silencio.
-Tengo algo para decirte, no te asustes.
-No me asusta nada, salvo la oscuridad. Y el silencio, que es casi lo mismo.
-Es demasiado fuerte esto, te convendría calibrarlo un poco... Mirá que te está vibrando el celular.
-Ah, sí, es mi novio.
-¿Tu novio? ¿No le habías cortado después de lo de este tema?
-Bueno, ¿Qué querés? Hay cosas que me cuesta dejar.

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