En Ningún Lado.

Que bajonera que soy, eh. Increíble. Un momento estoy bien, de repente veo una mínima cosita y ya le entro al llanto como la mejor. Todavía me pregunto qué es lo que necesito para estar bien. Pero vamos, que me dijeron que escribo lindo pero triste y a mi me gustaría no ser una persona tan así, como escribo. Aunque creo que ya una vez dije esto: uno escribe siempre determinado por aquello que alquila un cuartito en su mente. El inquilino, en este caso el desamor, el odio y el cansancio, pide pista. Por otro lado, caer en un determinismo estructural siempre me deja descontenta y más ahora que estoy bajonera y enferma. Pero supongamos que en realidad es de día y no llueve. Supongamos, por un segundo, que amo la vida con todos sus altibajos y que tengo ganas de cantar y bailotear loca sobre pasto verde:
¿De qué me sirve? A mi escritura le resulta inútil. También a Anónima, que en realidad se ve enriquecida y se empapa y liba del dolor.
Puede que mi destino -o, mejor dicho, la ruta más fructífera- sea hundirme en la infelicidad más profunda para crear y ser arte, y ser consuelo, y ser yo misma.

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