A veces todo se conjuga y resulta que te extraño.
Ayer a la noche me pareció encontrarte en otro cuerpo con la misma camisa roída e infinita. Te pensé durante varios días, esperando encontrarte en cualquier esquina y así tener una oportunidad de, al menos, invitarte a tomar mate a donde sea. Pero sería tonto -es tonto- extrañarte y desear que de nuevo vivamos aquello. Aún así, difícilmente te me pases, mi amor. Difícilmente logre olvidarme de que me prometiste que me amabas, difícilmente pueda dejar escapar el recuerdo aquel de tantas coincidencias, de tantas caricias con las que me hacías amanecer, de tanto cariño encerrado en un frasco, allá lejos.
Eso no importa, y tampoco importa que yo tenga a otro alguien que me abraza, a otro alguien con quien dormir, a otro alguien platónico. Porque vos fuiste la última persona que amé, tristemente, y la última persona que me permití querer. No me arrepiento de nada, pero que boba que fui al creer.
A veces me dan ganas de extrañarte. Veo una camisa larga o un andar encorvado y, bum, de pronto, vos.

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