Espejitos sucios.

Hoy me estuve leyendo toda la tarde. Encontré a varios muchachos que quise bastante o un poquito. Quiero hacer un descargo: De todos ellos, sólo tres o cuatro fueron realmente importantes. Uno de ellos, Fiera, a veces se me cruza. Que deberíamos volver a vernos y a charlar aunque yo lo haya detestado tanto tiempo. Nunca nos dijimos que nos amábamos pero no era necesario, y ahora lo digo. Solía amarlo, don, con sus buzos enormes en los que me podía esconder del viento, con las locuras y las poesías dementes que quiero creer que yo soplaba a su oído.
Todavía extraño un poquito el recuerdo que se acostó a dormir en una esquinita de mi alma hace ya muchos meses. Se despelota porque me pide información y yo se la niego. Qué sé yo a dónde está su antiguo dueño, la Fiera, en qué parte del mundo. No voy a preguntar ni eso ni si encontró al amor en otra mujer (¡Pobre mujer!) que le soportara los mambos.
Una vez nos soñamos como conejos blancos. Quién lo iba a decir.
Se duerme. Se despierta. Oscuro, oscuro. Ya no sos la luz clara, fulgurante, a la que le tenía tanto miedo. Ya no sos nada más que un espejito sucio.

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