Todavía extraño un poquito el recuerdo que se acostó a dormir en una esquinita de mi alma hace ya muchos meses. Se despelota porque me pide información y yo se la niego. Qué sé yo a dónde está su antiguo dueño, la Fiera, en qué parte del mundo. No voy a preguntar ni eso ni si encontró al amor en otra mujer (¡Pobre mujer!) que le soportara los mambos.
Una vez nos soñamos como conejos blancos. Quién lo iba a decir.
Se duerme. Se despierta. Oscuro, oscuro. Ya no sos la luz clara, fulgurante, a la que le tenía tanto miedo. Ya no sos nada más que un espejito sucio.
No hay comentarios:
Publicar un comentario