Ahora los títeres tienen por costumbre escabullirse del cajón por el espacio abierto que dejó la oscuridad al migrar, y alcanzar la cama con pasitos cortos, mecánicos. Desde abajo tiran de las sábanas y esperan a que René las vuelva a subir, y entonces suben con ellas. Ya arriba, están los que empiezan a mordisquearle los deditos de los pies y a escurrirse entre la piel y la ropa, y los que se sientan, quietos, a mirarle el respirar acompasado. René prefiere a los primeros.
Este duendecito se le metió en la cama hace unos días y se rehúsa a salir, o quizás es que sin querer quedó enredado con el pelo de René, o tal vez ella la atrapó y no quiere dejarlo ir. Nunca se sabe.
El cuento es que le gusta horrores, y le junta las manos, y derrama arroz, rezando por transmutarlo en carne para tener qué morder.

No hay comentarios: