Con la yema de tres dedos en forma de triángulo me besaste la piel. Me habías contado que hacías eso cuando tu boca estaba demasiado lejos de los poros deseados o en menesteres más amables.
No entiendo cómo me hiciste esto tan rápido. Hoy ni siquiera me espanté cuando jugaste a que me amabas. Me abrí el alma un poco más.
No. No hay caso. Ni con todo el léxico, ni con todas las ideas, ni con toda la emoción que me generás puedo escribir algo más o menos serio. Me volaste todo el interior de un soplido, Locura.

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