Son los altibajos entre quererte y querer dejarte lo que me encienden. En la seguridad no hay tensión: o muero por confesarte mi amor o agonizo ante la idea de que no dejes de abrazarme. En el lindo quilombito de mi psique, en el subeibaja que resulto ser, no hay sitio para intermedios.
Se me escapa el alma y debo (de) atar la pasión; encadeno y amarro y amordazo las palabras porque es muy desmedido decirte, ya, que te amo.
Consecuentemente, te miro con tristeza y veo que vos no te das cuenta de que mi silencio significa:

I. Adiós
II. Hasta nunca
III. Nos veremos
IV. Aunque quiera volverme ciega ante tu estampa

Y no ves que en realidad detrás del abrazo fuerte estoy llorando; todo sabe a último beso y rompo las tradiciones que cuidadosamente he ido tejiendo, no lo ves, pero ya no me dejo regados cordelcitos ni te pido una segunda cita y por dios que no hago cantar al pájaro carpintero que corona tu puerta. Él me mira y entiende, saluda cordial, saluda sombrío y entiende.
Es él, y soy yo, el que no comprende cuando me ve volver de tu mano, riendo, saltando, ansiosa por quererte y ansiosa por decirte que te amo y que en el intermedio no vivo más que segundos.

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